Image: 37 adioses al mundo

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Ensayo

37 adioses al mundo

Agustín garcía calvo

2 mayo, 2001 02:00

Lucina. Zamora, 2000. 123 páginas, 1.000 pesetas

Un libro valioso, no sólo históricamente. Un libro sobre el que pensar y desde el que las puertas del pensamiento se abren

Para quien conozca a Agustín García Calvo está fuera de lugar aclarar de qué tratan sus adioses el mundo. Para quien no lo conozca, decir que García Calvo es el creador más original, marginal, solitario y tocapelotas del panorama español no será decir mucho. Pero si el lector no avisado se entera de que nuestro poeta, latinista y helenista, dramaturgo y declamador, lo mismo te hace una versión rítmica de la Ilíada que le pone voz a un coño ("¿Qué coños? ¿Cincuenta cuentos y una charla?"), entonces posiblemente albergue ilusiones de conocer a todo un personaje. García Calvo, que obtuvo en 1999 el Premio Nacional de Literatura Dramática, aprovechó el espacio que el diario La Razón le brindó, rompiendo los esquemas mentales de quienes tachan este periódico de "de derechas", para ir despidiéndose durante treinta y siete miércoles de "las miserias y pesadumbres del mundo en general y del Estado del Bienestar en particular". Treinta y siete motivos para dejar este mundo encantado, descansado, harto, ya son. García Calvo acomete contra todos los elementos del sistema que tiene sometido a lo que él llama "pueblo". Automóviles, Leyes, Ejecutivos, Semáforos, Fiestas, Fechas, Televisión, Jóvenes, Ciencias, Turistas, Letras, Idiomas, nadie se salva de la mayúscula inicial, marca de desprecio. Se abren muchos de estos artículos con una breve pincelada de nostalgia, algún elogio que revela un mínimo placer de haber vivido. Pero en toda rosa hay espinas y los motivos que afean y prostituyen cualquier aspecto de la realidad, empujan a García Calvo a una muerte feliz. Su prosa es canción, juego y ejercicio. Sus adioses las coces de un Diógenes. Será duro "dejar de acariciar la yerba o sentir correr el agua entre los dedos de los pies o ver desgranarse las nubecillas con el morir del sol". Pero, en resumen, ¡cómo le consuela a García Calvo pensar que dejará de ver a los hombres "sometidos y condenados a comprar futuro, cargándose cada vez más de tristeza y aburrimiento".