Image: Despedidas y encuentros

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Ensayo

Despedidas y encuentros

Luka Brajnovic

16 mayo, 2001 02:00

EUNSA. Pamplona, 2001. 230 páginas, 3.200 pesetas

La excelente prosa y el ritmo que da Luka Brajnovic a su narración envuelven al lector, que vive con intensidad los episodios de una vida que fue cualquier cosa menos ordinaria

La primera noticia que tuve de Luka Brajnovic fue a raíz de la lectura de su esquela en varios periódicos madrileños. Sólo entonces tuve conocimiento de la existencia de un croata llegado a España tras la II Guerra Mundial, que, tras distintos trabajos, había recalado en el Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra, dejando un recuerdo imborrable por su bondad y profesionalidad entre los que disfrutaron de su magisterio. Autor de una obra importante en su área de investigación, recibió el homenaje de dicha Universidad al dar su nombre a un destacado premio internacional.

Poco después llegó a mis manos su Despedidas y encuentros, que me permitieron conocer mucho más a fondo al personaje. Se trata de un libro de memorias desigual, en el que los acontecimientos referidos a su infancia, juventud, experiencia bélica y reencuentro familiar reciben un tratamiento más intenso y detallado. Hay también un interesante análisis de su conocimiento y vinculación al Opus Dei y de su relación con la Universidad de Navarra, pero sin quitar protagonismo al hecho determinante de su biografía: la guerra y el exilio. El drama de nuestra Guerra Civil, el hecho de no haber participado en la II Guerra Mundial y la limitada inmigración política recibida tras la ocupación soviética de la entonces llamada Europa Oriental ha supuesto que el ciudadano español sienta como algo lejano la experiencia de esos millones de europeos que padecieron dos guerras mundiales y un destierro. Otros países, como Estados Unidos o algunas repúblicas latinoamericanas, acogieron a estas gentes e interiorizaron sus vivencias, que pasaron a formar parte de la propia historia nacional. Pero ese no fue nuestro caso. Los pocos refugiados que llegaron fueron recibidos por organizaciones católicas, pudieron finalizar sus estudios desde el Colegio Mayor Santiago Apóstol, emi- graron ya licenciados a otros países o se integraron entre nosotros, desperdigándose por la geografía nacional. Las memorias de Brajnovic nos ofrecen un apasionado reencuentro con esta historia, desde su propia perspectiva: la de un joven periodista y dirigente católico croata que se encuentra cogido entre distintos fuegos y que ve a su familia y a su entorno desmoronarse ante una tragedia de enormes magnitudes. Prisionero de los italianos primero y de los partisanos titistas después, consiguió escapar de buques, campos de concentración y de refugiados buscando un espacio que no existía y que le abocaría finalmente al exilio. Separado de su familia, no conseguiría reunirse con su mujer e hija hasta 1956.
La excelente prosa y el ritmo que da a su narración envuelven al lector, que vive con intensidad los episodios de una vida que fue cualquier cosa menos ordinaria. Una experiencia, sin embargo, por la que pasaron millones de personas a lo largo del siglo XX. La difícil situación por la que de nuevo pasan los estados balcánicos, drama que ensombreció los últimos años de Brajnovic, aporta una siniestra actualidad a esta brillante narración. La obra es una reivindicación de la nación croata y de su carácter católico y occidental, frente a los intentos serbios de disolverla en una supuesta nación yugoslava, que ve como un mero instrumento del expansionismo serbio en la región. Para ellos son las más duras críticas. Aunque marca distancias con el fascismo croata, con el que también tuvo dificultades, se echa en falta un mayor rigor en el juicio de la política seguida por sus dirigentes y las atrocidades cometidas por sus milicias. Pero no es éste un libro de historia, sino unas memorias personales donde la vivencia prima sobre el frío y distante análisis. Y ese carácter testimonial es lo que le dota de fuerza y autenticidad.

La desaparición de Luka Brajnovic privó a la Universidad de Navarra de un buen profesor y al público en general de un excelente periodista y escritor. Lamentablemente ya nunca podremos leer las páginas que quizás hubiera escrito desarrollando más su experiencia española, en particular su etapa de profesor formando a jóvenes aspirantes a periodistas, que hoy se sitúan al frente de las redacciones de los más destacados y variopintos medios de comunicación.