Image: Hannah Arendt. El legado de una mirada

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Ensayo

Hannah Arendt. El legado de una mirada

FINA BIRULÉS (Ed.)

16 mayo, 2001 02:00

Gedisa. 287 págs., 3.890 ptas. vv. aa.: H. Arendt. El legado de una mirada. Sequitur. 118 págs., 1.795 ptas. Julia Kristeva: El genio femenino. H. Arendt. Paidós, 287 págs, 2.950 pesetas

En todo gran autor percibido en su momento como "marginal" hay siempre un destello de centralidad potencial que acaba por imponerse. Ese ha sido el caso de Hannah Arendt, reconocida hoy como un clásico indiscutible del pensamiento tardomoderno

Como es bien sabido, en todo gran autor percibido en su momento como "marginal" o "incómodo" hay siempre un destello de centralidad potencial que acaba por imponerse. No otro ha sido el caso de Hannah Arendt, reconocida hoy como un clásico indiscutible del pensamiento tardomoderno. A difundir y contextualizar este dato viene dedicando Fina Birulés un notable esfuerzo desde hace tiempo. Desde antes, en cualquier caso, de la evidente "moda Arendt". Coeditora del volumen En torno a Hannah Arendt (Centro de estufdios Constitucionales, 1994), traductora de la compilación de textos De la historia a la acción (Paidós, 1995) e introductora de la versión castellana de los manuscritos en los que Arendt bosquejó las líneas maestras de su libro nunca acabado ¿Qué es la política?, que han visto finalmente la luz con ese mismo título (Paidós, 1997), Fina Birulés compila ahora con ocasión de los 25 años de la muerte de la antigua discípula y amante de Heidegger, un importante conjunto de reflexiones de filósofos muy conocidos de nuestro tiempo, de Hans Jonas a Seyla Benhabib, de Richard Bernstein a Albrecht Wellmer, en las que los temas principales son analizados desde perspectivas muy diversas.
La editorial Sequitur, por su parte, ofrece una versión castellana muy cuidada del volumen dedicado en 1999 a Arendt por la Revue Internationale de Philosophie, en el que se caracterizan y tipifican con brillantez no exenta de garra polémica los rasgos centrales de la larga lucha de Hannah Arendt contra los modos tradicionales de hacer filosofía política y moral. Una lucha que lo fue, en definitiva, por "desmontar", con y contra Heidegger, "la metafísica y la filosofía, con todas sus categorías, tal y como las hemos conocido desde sus comienzos en Grecia hasta nuestros días" desde la consciencia de que tal desmontaje es una exigencia de la irremediable quiebra del hilo de la tradición en un mundo transformado y que reclama ser pensado con instrumentos conceptuales nuevos.

Julia Kristeva, bien conocida desde sus años de militancia en el grupo "Tel Quel" por sus aportaciones a la semiología, el psicoanálisis y la teoría literaria subraya, por su parte, ahondando en ello, lo "inclasificable" de Arendt, su "libertad de exploradora" al margen de las corrientes canónicas del siglo, de las instituciones, de los partidos y las escuelas. Criterio este que guía su entera reconstrucción de la biografía intelectual de tan fronteriza, nómada e irrepetible pensadora: "El pensamiento de Arendt está en un cruce de disciplinas (¿filosofía?, ¿politología?, ¿sociología?), es transversal a las religiones y a las pertenencias étnicas o políticas, rebelde al establishment de derecha y también de izquierda". De la larga y sostenida "exploración" de Hannah Arendt la escritora francesa de origen búlgaro rescata, sobre todo, su meditación sobre la vida, ese bien último cada vez más valioso tras la crisis ideológica y moral provocada por los terribles acontecimientos del "siglo corto" que acaba de dejarnos. El siglo de los totalitarismos sangrientos y de la automatización programada de la especie. Y lo hace con mirada más próxima al feminismo de la diferencia que al de la igualdad, en la medida, al menos, en que desde el reconocimiento de la "superior ósmosis de las mujeres con la especie" privilegió a Arendt precisamente como "mujer", es decir, como ser capaz de dar la vida.

"Las madres", escribe, "pueden ser genios, no sólo del amor, del tacto, de la abnegación, de la resistencia o incluso del maleficio y la brujería, sino también de una cierta manera de vivir la vida del espíritu. Esta manera de madre mujer (a veces calurosamente aceptada, otras veces negada o hecha añicos por conflictos), les confiere, en efecto, un genio muy de ellas". Algo que lleva a Julia Kristeva a privilegiar, siquiera implícitamente, una dimensión que Hannah Arendt eleva a categoría central de la existencia, la "natalidad", el reconocimiento del hecho, tan desatendido por el pensamiento filosófico tradicional, centrado más bien en la meditación sobre la muerte, de que con el na- cimiento de cada uno de nosotros entra en el mundo un "recién llegado", un ser que mediante su acción "puede tomar iniciativas y poner en marcha algo nuevo". Hecho difícilmente separable, sin duda, de esa capacidad para lo "absolutamente imprevisible" que como especie nos caracteriza. Que marca, en fin, la "condición humana". Arendt nunca fue feminista, a pesar de su consciente militancia femenina. Tampoco fue sionista en ningún sentido establecido del término. Pero nada de ello impediría que desde el lado del feminismo de la igualdad su figura fuese leída, quizá, de otro modo...

Introductora del lenguaje de la responsabilidad y de la culpa en el pensamiento político, Hannah Arendt razonó la fragilidad, lo ilimitado y lo impredecible de la acción humana. Anticipó el actual debate entre individualistas y comunitaristas y llamó muy tempranamente la atención sobre lo que hoy es un lugar común, "los daños inmensos que causa imponer orden a los demás con violencia burocrática u organizativa en nombre de una virtud o una verdad arbitrariamente definida por el poder, esto es, por las gentes que lo detentan", por decirlo con Salvador Giner. Pero es tal vez la actualidad misma de la experiencia humana a la que mayor atención dedicó -la de la contingencia en la historia y en la vida- lo que hace de ella una voz precisamente actual.