Image: Juan Benet y el aliento del espíritu sobre las aguas

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Ensayo

Juan Benet y el aliento del espíritu sobre las aguas

Eduardo Chamorro

20 junio, 2001 02:00

Muchnik Editores. Barcelona, 2001. 239 páginas, 2.500 pesetas

A Juan Benet hay que agradecerle el esfuerzo por dotar a nuestra novela de la segunda mitad del siglo XX, de un lenguaje hasta entonces desconocido, con esa sensibilidad moderna para la creación verbal, el juego conceptual o la visión literaria derivada de cualquier cosa que no sea literatura. Como está ocurriendo con Baroja o con los Panero, de Benet (salvando las diferencias, naturalmente) estamos viviendo un proceso de "mitificación" que uno no sabe si sólo ha hecho empezar. Recordado por amigos, reivindicado por críticos y algunos medios de comunicación, la figura de Benet se mueve en aquel limbo poco glorioso del que habló Papini: el de los lectores entusiastas, el de la investigación universitaria y el de los enemigos irritados. Del libro de Eduardo Chamorro, de título tan solemne como dinosaurio, hay que agradecer su retrato auténtico y su concepción novedosa, con esa mezcla de ensayo y memoria personal que viene a profundizar no sólo en las vicisitudes biográficas del hombre que fue, sino también en la ambición de su propuesta literaria, en la unidad de la misma, en las zonas herméticas en que se movió y sobre las que se arrojan juicios esclarecedores.Chamorro nos muestra a un Benet ingenioso, con un espíritu capaz de sorprendernos con sus osadías racionales, sus chistes conceptuales, sus reticencias y sus comentarios escépticos. Un espíritu de altura que llevó en sus labios el veneno de la frase cáustica y del comentario inteligente. Un Benet de los pubs, las tertulias y los amigos de Madrid en las décadas de los 70 y 80, con aquel gusto etílico que tan famosa ha hecho a su generación. En este sentido, el libro es una crónica interesante de los escritores y artistas que se movían en el "círculo Benet" que también quedan retratados: de Pombo a Martínez Sarrión, de García Hortelano a Javier Marías, de Barral a Castellet. Pero lo enjundioso del libro son los capítulos sobre la poética benetiana.

Chamorro ha sorteado bien ese aforismo de Lichtenberg en el que decía que era un hombre tan inteligente que ya no servía para nada. Por eso esta crónica de una amistad sólo podía hacerse con unos cuantos trazos y repecto a su poética atendiendo a todo aquello que hizo posible su concepción. De ello resulta un libro pretendidamente menor, pero con todos los alicientes que a veces consigue lo menor: el convertirse en un relato verdadero, lleno de vida y de lectura estimulante.