Image: La vuelta del otro

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Ensayo

La vuelta del otro

Ángel Gabilondo

20 junio, 2001 02:00

Trotta. Madrid, 2001. 232 páginas, 2.100 pesetas

Decía Whitehead que la historia de la filosofía no era más que notas a pie de página de la filosofía griega. Por mi parte concretaría más: de la de Platón. La filosofía remite siempre a nuestro padre fundador griego. El libro de ángel Gabilondo, dedicado a exponer una de las líneas argumentales más relevantes de la filosofía de hoy, la que procede del "segundo Heidegger" (y de su diferencia ontológica), y que se va concretando en los trabajos de Deleuze, Derrida o Levinas, lo pone claramente de manifiesto.

El mérito de este libro estriba en haber sabido mostrar con pruebas que lo más reciente (o hasta hoy vigente) en filosofía arraiga en una sólida tradición. Como sabía D’Ors, "lo que no es tradición es plagio". Y el libro de Gabilondo agita la memoria de ésta hasta evocarnos al gran Platón maduro y autocrítico de su diálogo El Sofista; y así mismo ese inmenso filósofo que es el Hegel de la "doctrina de la esencia"; donde por la vía de la negatividad piensa las categorías platónicas de identidad y diferencia, hasta exacerbarlas en una contradicción que puede ser resuelta y mediada en el fundamento.

El libro de Gabilondo se sitúa en el punto de inflexión en el que todo discurso filosófico puede establecer sus estrategias. Pues también en filosofía importan sobre todo las estrategias (de pensamiento). Después del anuncio nietzscheano de la "muerte de Dios", y del cuestionamiento del poder del centro (para decirlo al modo de Eliade), caben algunas rutas. Una de ellas es la que Heidegger abre a través de su célebre Kehre (giro, torna, vuelco); la ruta abierta por la diferencia ontológica. Es la que de forma concreta prosiguen Deleuze (fecundándola con el rico concepto psicoanalítico y kierkegaardiano, y nietzscheano, de Repetición) y Derrida.

La exposición es excelente, y muestra en vivo la fecundidad de esta orientación; y también deja entrever sus claroscuros y sus atascos. Se impone al fin una conexión de ética y ontología que el segundo Heidegger, y sus seguidores "desconstructivos", no siempre aciertan a sugerir; y se produce un poco forzadamente, con ciertas ayudas confesionales o apologéticas (así en las tradiciones talmúdicas renovadas por Levinas). Pero su misma apelación a una justicia anterior a la libertad introduce todas las dudas sobre la viabilidad de una ética que encare los grandes retos del siglo que ahora comienza; en el cual ese gran tema de la libertad vuelve a comparecer, creo, como prioritario; y lo mismo una sobria reflexión sobre nuestra condición, o "lo que somos", más allá de vetustos humanismos y antihumanismos.

El texto de Gabilondo es impecable en su sobria exposición y en la honrada manera de presentarla: con compromiso y, también, con efectos distanciadores. En el confuso panorama de una filosofía a veces demasiado desnortada (entre engolados academicismos y diarreas divulgativas), este texto muestra la vitalidad de toda filosofía que sabe a la vez exponer e interpretar. Y abre, desde luego, espacio a futura discusión y debate, sal y savia del pensamiento filosófico: ¿Es el juego de "mismo" y "otro", o de "identidad" y "diferencia", el juego ontológico y filosófico por excelencia, o caben otros juegos; y también otras estrategias?

Por ejemplo la que, apoyándose en otro gran diálogo del último Platón, esta vez el Filebo, y en visita crítica del concepto de esencia hegeliano, sitúe en el centro mismo de la reflexión nociones como Límite (horos) y Determinación (péras). O que piense radicalmente el centro (y el poder del centro) como periferia (límite, finis terrae) y la periferia como centro. Quizás de este modo se abre un ámbito muy fecundo de líneas argumentales, o de diálogo con nuestra condición, con una posible ética, o con una filosofía de la religión y del arte. Pero esto, como diría el Sócrates platónico, lo dejaremos para mañana.