Image: Contra la violencia

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Ensayo

Contra la violencia

José Varela Ortega

11 julio, 2001 02:00

Prólogo de Jon Juaristi. Hiria. Alegría (Guipuzcoa), 2001.151 páginas, 2.000 pesetas

El dictum clásico que hacía de la Historia maestra de la vida suelen verlo los historiadores con algo más que recelo. Se debe a que, si tiene algún sentido, será como aplicación del incierto método comparativo: estudiando el pasado se aprende el presente, y eso encierra el riesgo de proyectar en sucesos y tiempos remotos realidades anacrónicas.

Pero como casi todo apotegma también éste tiene cierta razón de ser; Contra la violencia. A propósito de l nacional-socialismo alemán y del vasco puede confirmarlo. Lo que Varela Ortega ha escrito es un ensayo que no responde sólo a una curiosidad intelectual sino a lo que él mismo interpreta como "un deber de conciencia abrumada"; de ahí, quizá, el tono poco convencional del texto, cargado de subjetivismo, pero unido a una implacable lógica analítica, una amplia información certeramente aplicada y unas cuantas convicciones elementales pero esenciales sobre cosas como qué es la libertad o qué no puede permitirse una sociedad democrática. El resultado es un alegato lleno de pasión contenida, ironía y solidez argumentatitva de cuyo fondo sólo desde la ofuscación sectaria será posible discrepar.

El prólogo es un género no pocas veces ocioso, pero el de Juaristi que abre este libro es particularmente útil porque en él se explica con sobria claridad la naturaleza genuinamente antidemocrática que desde sus raíces tuvo ETA. Lo pertinente del prólogo viene dado porque es esa condición irremisiblemente antidemocrática de la banda criminal y sus satélites lo que fundamenta el análisis de Varela en su equiparación con otros ejemplos de la historia reciente donde la lenidad o la inconsciencia en dar reconocimiento político a organizaciones totalitarias que usaban de la coacción y la agresión, no sólo no las desactivó sino que las potenció en el logro de sus fines.
Ningún ejemplo tan paradigmático como el del Nacionalsocialismo alemán; el parangón no descansa tanto (que también) en la doble condición nacionalista y socialista de unos y otros totalitarios, nazis alemanes y los que quieren ser conocidos como MLNV, sino en su similar capacidad para valerse de las salvaguardas que la democracia garantiza para atacarla, usando la brutalidad y la acción legal, o para sugestionar a una parte de la opinión.

Y se refleja, sobre todo, y es eso lo que la parte inicial del texto de Varela ilustra, en la torpeza, que nada tiene de inocente, de otras fuerzas que favorecidas por los excesos totalitarios o el mismo crimen se muestran dispuestas a hacer con ellos parte de un camino común en el convencimiento de que, llegado cierto punto, será posible neutralizar el matonismo totalitario y normalizar la situación, integrando además como base política a los seguidores y ejecutores de las tropelías.

El Partido Nacional-Popular de Alemania, sobre todo, el Zentrum católico entre otras fuerzas políticas alemanas de comienzos de la década de 1930, cometieron ese error. Varela sostiene que el Partido Nacionalista Vasco y sus apéndices lo están repitiendo. Lo que tienen de común ambos casos es, por un lado, la perversión de aceptar el uso de la fuerza (por otros) como una manera usual de actuar políticamente, y confundir metas tácticas (soberanismo, irredentismo nacio- nalista) con fines estratégicos (ocupar totalitariamente el poder). Si el Zentrum del obispo Kaas podría alegar lo inédito del caso para exculpar su responsable torpeza, los dirigentes del PNV no podrán hacerlo y el mismo ejemplo de la Guerra Civil basta para convencer a quien quiera ver que la violencia revolucionaria, lejos de ser fácil de integrar y dirigir, arrasa primero a los enemigos y luego a los afines hasta imponerse como poder totalitario.

Los demás aspectos abordados (lo irreal de los fines soberanistas, las falaces paradojas de la equiparación con el caso irlandés, la necesidad de una represión disuasoria democrática capaz de moderar su victoria evitando el odio), no carecen de interés pero no son lo más original de este libro, Contra la violencia. Escrito antes de las elecciones vascas, sus argumentos no sólo no quedan debilitados por los resultados, sino más bien al contrario. Ojalá quienes debieran alcancen a entenderlo así.