Image: Cosmópolis. El trasfondo de la modernidad

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Ensayo

Cosmópolis. El trasfondo de la modernidad

STEPHEN TOULMIN

12 septiembre, 2001 02:00

Trad. B. Moreno Carrillo. Península. Barcelona, 2001. 313 págs., 2.900 ptas.

Toulmin empieza su libro situando el origen de la modernidad. Mientras hay quien fecha el comienzo en 1436, cuando Gutenberg desarrolla la imprenta de tipos móviles, o en 1648, final de la guerra de los Treinta Años o, incluso, en 1776 y 1789, años de las revoluciones Americana y Francesa, Toulmin la sitúa cuando la imprenta permite que los libros bajen de precio y puede comprarlos la creciente burguesía europea.

En opinión de Toulmin, la Europa del siglo XVI disfrutó de una constante expansión económica gracias, en parte, a los cargamentos de metales preciosos que llegaban a España de sus colonias iberoamericanas. Las últimas décadas del siglo fueron de libertad. Sin embargo, a partir de 1605 Europa inicia una época llena de crisis y turbulencias. Si se creía que después de 1600 el yugo de la religión fue más ligero, lo cierto es que tras el Concilio de Trento la confrontación entre protestantes y católicos hizo especialmente duro y cruento el conflicto religioso. Entre 1615 y 1650 buena parte de los europeos corrían el riesgo de ser asesinados o sus casas quemadas por no comulgar con las ideas religiosas del vecino.

En el primer tercio del siglo XVII se estrecha el ámbito de la libertad de debate del siglo anterior. Montaigne finaliza sus Ensayos en la década de 1580 y escribe con una libertad que no le impide opinar sobre los sentimientos y las pasiones de la sexualidad. En 1630, el Discurso y las Meditaciones de Descartes son ya incompatibles con la tolerancia que se le trata a Montaigne. A mediados del siglo XVII la apertura intelectual en la que se desarrolla la obra tanto de Montaigne como de Erasmo, Rabelais o Bacon ya no existe. El racionalismo que se inicia entonces trata de descontextualizar la filosofía y la ciencia , busca aislarlas de su contexto social e histórico.

La cosmovisión racionalista hipertrofia la estabilidad de las relaciones sociales en el seno de la nación-estado y busca una separación radical entre la razón y las emociones, despreciando éstas y entronizando aquella. Estos dos rasgos se mantienen, con efectos negativos para la filosofía y la ciencia desde finales del siglo XVII hasta mediados del XX. El andamiaje de la modernidad no empieza a desmontarse, de verdad, hasta la década de los 70 cuando se admite que la ciencia, el saber, no es una empresa abstracta cuyo progreso se puede definir sin referencia a la situación histórica en la que se realiza dicho progreso.

En la actualidad, como muestra Toulmin, la reflexión posmoderna ha hecho desvanecer la esperanza de encontrar un punto cero que sirva de base para construir un sistema de filosofía basado en la racionalidad moderna. El desarrollo de la física y la matemática tras Einstein hace que sea necesario reconocer un conjunto de mutaciones que implican una amplitud de perspectivas impuestas por las nuevas posibilidades y exigencias que conllevan un mundo de filosofía práctica, ciencias multidisciplinares e instituciones trasnacionales. Ya no es posible mantener que la física es la ciencia "maestra" capaz de ofrecer un modelo autorizado de método racional a toda la ciencia y la filosofía. Los distintos saberes han de desarrollar sus propios modelos y adaptarse a sus propios problemas específicos.

Stephen Toulmin (Londres, 1922) estudió Filosofía en Cambridge, donde asistió a varios seminarios impartidos por Wittgenstein. Su dilatada carrera académica le ha llevado desde Oxford hasta Los ángeles. En la actualidad prepara la edición de una reflexión autobiográfica con sus recuerdos de Wittgenstein y de sus años de formación en Inglaterra. Su obra es conocida en España gracias a La vida de Wittgenstein (Taurus).