Image: Ciudad sobre ciudad

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Ensayo

Ciudad sobre ciudad

Eugenio Trías

31 octubre, 2001 01:00

Destino. Barcelona, 2001. 317 páginas, 3.200 pesetas

La propuesta de Trías forma parte esencial de nuestra cultura filosófica. Tal vez haya llegado el momento de comenzar a debatirla a fondo, contrariando nuestras más arraigadas inercias

Que la filosofía de Eugenio Trías no es ya un proyecto, sino una realidad "cuajada y cumplida", es cosa que cualquiera de sus lectores sabe muy bien. Sólo desde la última costa puede, por lo demás, procederse a una reconstrucción sinóptica como la que motiva estas líneas.Una reconstrucción que lo es de su obra -la ciudad "ideal"- y de las ideas-fuerza llamadas a guiar una posible proyección programática y transformadora de ésta a la ciudad "real". Pero la metáfora a la que Trías recurre aquí sólo hace justicia, en realidad, a un aspecto de la cuestión. Y resulta, además, harto equívoca en su aplicación al filosofar global de nuestro autor. porque el inspirador explícito del recurso, Wittgenstein, se sirvió de la metáfora de la ciudad, como de la de la caja de herramientas, para significar que nuestro lenguaje carece de "centro" privilegiado, que no ha sido construido -salvo en casos extremos, como los de los "lenguajes artificiales"- de acuerdo con plan preconcebido alguno y que su condición plural y fluctuante veda y desaconseja cualquier posible tentación analítica reduccionista. Fiel a la condición esencialmente unitaria del filosofar Trías concibe, por el contrario, su quehacer como desarollo orgánico de una Idea: la idea del ser del límite y la suerte de razón que le corresponde. Una idea que es a un tiempo puesta a prueba y difundida en y por todos los ámbitos asumibles como "filosóficos", del ontológico al estético.

Por todo ello, y aun reconociendo que la metáfora de la ciudad posee luz propia y se beneficia, además, de muy antiguos prestigios, me atrevería a sugerir, en relación con la totalización filosófica que, elevada a una autoconsciencia tan reñida como luminosa, nos brinda hoy Eugenio Trías, otra. Concretamente la metáfora del mapa. Entiendo, en efecto, que si con algo resulta metafóricamente identificable en su sustancia última, y a la vez primordial, esta "filosofía del límite" es, como cualquier otra de las grandes filosofías históricas, con un mapa. Con un mapa del mundo. Un mapa que lo es, en este caso, de un vasto territorio de-limitado, cuyo ser es, en consecuencia, el "ser del límite". El límite del mapa -su frontera última- confiere activamente un sentido a ese ser, oficiando de razón del mismo. De "razón fronteriza", por tanto, como fronterizo es el sujeto de la misma. Y más allá de ese límite, el misterio. En términos wittgenstenianos, lo "místico". Ese misterio que sólo puede documentarse por su abrasadora (y universal) capacidad de interpelación al filo del límite mismo que nos constituye, nos veda experimentar sin mediación indirecta o analógica lo que queda más allá del propio límite: el "exceso". Un "exceso" que se hace carne tangible en el "símbolo"...

Ser del límite, razón fronteriza y suplemento simbólico: he ahí el "triángulo ontológico" de Trías. O lo que es igual, su re-creación activa del mundo y de sus límites en un mapa que a la vez que ilustra nuestra capacidad de producción de sentido toma buena nota -"mostrándola"- de nuestra incurable tendencia a desbordar toda frontera, incluida esa que nosotros mismos somos. Y a hacerlo, por otra parte, en un juego dramático que es también el único Gran Juego: el juego de la Vida.

Es evidente que Ciudad sobre ciudad. Arte, religión y estética en el cambio de milenio cierra el "gran período" de Trías. Pero al igual que todo límite es moneda de dos caras indisolublemente unidas, no hay cierre que no oficie a la vez de encrucijada y apertura. Como no hay exilio sin reino. ¿Procederá Trías a ofrecernos, elaborados a una escala cada vez mayor, nuevos mapas parciales de los grandes continentes que bajo rótulos como los de "filosofía de la religión" o "teoría del conocimiento" componen, entrelazándose y codeterminándose, ese mundo cuyo mapa global -tal vez algo más provisional, por la fuerza misma de las cosas, de lo que su autor parece suponer- poseemos ya? ¿Retornará con la infinita paciencia del concepto, que en él se combina con una rara maestría estilística y literaria, al núcleo duro de su metafísica, que aún ofrece algún flanco vulnerable? ¿O profundizará en las condiciones de realización de ese programa práctico-transformador de nuestros "tres mundos", el universal o global, el local o particular y el propio-personal, que la filosofía del límite cree llevar en su hondón más genuino?

La propuesta de Trías forma parte esencial e irrenunciable ya de nuestra mejor cultura filosófica. Tal vez haya llegado el momento de comenzar a debatirla a fondo, contrariando las más arraigadas inercias de esa misma cultura, entre las que, junto al eviterno silenciar, destacan también esas "estrategias de inmunización" con las que los discípulos más fieles terminan por vengarse secretamente de sus maestros.