General Estoria de Alfonso X
ALFONSO X EL SABIO
28 noviembre, 2001 01:00La Historia, concebida como de-sarrollo de un plan providente, fue una de sus grandes pasiones. Escribió o hizo escribir la Crónica General, una historia de España. Proyectó y casi terminó la General e Grande Estoria, ambicioso relato de las acciones y pasiones de la humanidad. Juntó un magnífico equipo de colaboradores, acumuló materiales, puso a traducir, ayuntar y redactar a cristianos, moros y judíos. Y nos dejó una obra en que la Biblia amalgama sus noticias con otras de eruditos que aportan desde glosas de ancha intertextualidad a curiosidades y bizarrías inauditas. Imposible adscribir el libro a un concreto género literario. Enciclopedismo, exhaustividad, criticismo sui generis y belleza literaria -a Alfonso se debe el perfeccionamiento de nuestra prosa medieval- se unen en él. Parece increíble que, pese a las ediciones parciales de A. García Solarinde (1930) o Kasten-Oedschläger (1957-1961), y a las recientes transcripciones en microficha y cd rom, no se haya impreso nunca la General Estoria en su integridad. Lo ha empezado a hacer la Biblioteca Castro, que ahora nos presenta la Primera Parte (una magnífica versión romanceada y glosada del Pentateuco). Luego seguirán las otras. Los tomos que ya tenemos son un acierto editorial por su belleza tipográfica, su estructura y su rigor filológico. No estamos ante una edición paleográfica, pero sí, hasta cierto punto, crítica. Las variantes se ofrecen en forma negativa, y van al fin de cada volumen. La Introducción, breve y sobria, resume los datos esenciales para entender la problemática de este libro excepcional.
Desfilan ante nuestros ojos modernos las viejas figuras que protagonizan los orígenes de la humanidad enfocadas desde perspectivas históricas, sapienciales, ejemplarizantes y hasta teológicas, todo mezclado con leyendas, curiosidades, digresiones de filosofía natural y saber enciclopédico: el perfil intelectual de la España del siglo XIII y el precipitado de un saber producido colectivamente sin escatimar medios.
La lectura de la General Estoria constituye una aventura fascinante. Ninguna monografía puede suplir la magia de sus páginas fundacionales.