Ensayo

Miguel de la Quadra Salcedo

A. PÉREZ HENARES Y A. FRANCO

28 noviembre, 2001 01:00

Plaza & Janés, 2001. 264 págs., 2.950 ptas.

Yo creía que Miguel de la Quadra Salcedo era un invento, un dibujo animado en el que algún genio del lápiz había puesto lo mejor de Ulises, Tarzán, el capitán Ahab y Sir Richard Burton. Un hombre que aparecía en la televisión atravesando un río con una cámara al hombro y el agua al cuello, no me parecía que pudiese ser real. Era un logotipo, un do de pecho, una barbaridad. No existía. Pero Pérez Henares y Antonio Franco, con este libro, han dado a su Pinocho forma humana. Ahora sabemos, aquellos que nacimos después del 50, que un héroe así no sale de la nada. Su sólido árbol genealógico tiene brotes en el siglo XII, y en los aros de su tronco aparecen insignes aventureros: José María Bodega de la Quadra fue un gran marino de los tiempos de Carlos III que descubrió la isla de Vancouver y llegó a Australia. Ahora entendemos que Miguel sobreviviese más de veinticuatro horas sin orinar en lo alto de un palisandro por temor a ser descubierto por unos indios amazónicos. Los autores de este libro confiesan haber querido ser él, el colmo del espíritu aventurero: ingeniero agrónomo, atleta superdotado, extra de cine, ballenero, domador de fieras, periodista. Y encima guapo.

Uno no entiende que con ese perfil no haya protagonizado una versión cinematográfica de Ulises o de Terminator. De la Quadra Salcedo es un auténtico mito vivo. Recorrer su vida es repasar varias décadas de conflictos en los puntos más calientes del planeta. La pistola de Allende, la mano perdida del Che. Nació el año del primer golpe de Sanjurjo. Morirá con esa melena rubia enredada en la infinita selva amazónica.