Franco y sus generales. La manicura del tigre
GABRIEL CARDONA
12 diciembre, 2001 01:00Franco. Foto: Archivo
La presencia de los militares en la política ha sido, lamentablemente, una constante de los dos últimos siglos de historia española y ha puesto en notables dificultades la consolidación del Estado liberal y democrático. Sólo a partir de 1875, con el inicio del régimen de la Restauración, Cánovas pudo acometer un periodo de decidido civilismo que terminaría naufragando por las disfunciones del sistema político, el fracaso de la modernización social y económica, y las interferencias de Alfonso XIII. La sublevación militar de julio del 36 y la guerra civil, devolvieron a los militares, encabezados por Franco, al primer plano de la escena política hasta el periodo llamado de la transición a la democracia.Este protagonismo militar ha suscitado un generalizado interés de los historiadores pero, por razones fáciles de comprender, esas publicaciones no proliferaron hasta después de la muerte de Franco, aunque antes de ésta ya se habían publicado algunos estudios generales sobre los antecedentes del fenómeno y testimonios interesantes de militares que pertenecían al reducido sector de demócratas en las filas del Ejército. Uno de ellos era Gabriel Cardona que ha dedicado una extensa producción al papel de los militares en la política contemporánea, con una especial atención al siglo XX. A estos años finales del siglo XX dedica Cardona una amplia monografía que arranca con el ascenso de Franco al poder supremo del Ejército y del país, continúa con las mil pequeñas anécdotas que ilustran la técnica de Franco para afianzar su poder personal frente a sus antiguos compañeros de armas, y termina con el fracaso de Tejero, que el autor considera "el verdadero entierro de Franco".
El libro, que no cuenta con aparato crítico, pero sí con una amplia selección bibliográfica, se convierte en una crónica minuciosa -y a veces un pelín tediosa- de los avatares del generalato durante esos años en los que Franco supo distanciarse de quienes le habían aupado al poder, a la vez que cortocircuitaba a cuantos militares pudieran hacerle sombra, en una larga lista que inicia Queipo de Llano y en la que aparece la práctica totalidad de sus compañeros.
Un volumen que contiene centenares de dimes y diretes, no todos exactos (como cuando afirma que fue Suances el que recibió el titulo de conde de Fenosa) pero de los que emerge la realidad de que, como señala el autor, el Ejército fue "el verdadero partido franquista" que sostuvo el régimen ya que, en buena medida, el Ejército de los años franquistas fue el resultado de las transformaciones experimentadas durante la guerra civil.
Por debajo del ámbito de los generales, el Ejército estuvo sometido rígidamente a la autoridad de Franco y, cuando éste murió, se debatió entre el rechazo a las posturas democratizadoras impulsadas por el Rey y su natural inercia a obedecerle, ya que era la autoridad designada por Franco. Esta situación se prolongó hasta el 23-F cuando, como señala Cardona, el Ejército se quedó esperando unas órdenes que nunca llegaron, salvo las del propio Rey.
Las líneas finales del libro parecen sugerir que nunca hubo esos tigres fieros a los que alude el título. Pocas ocasiones más adecuadas para recurrir a la fórmula tradicional: que así sea.