Image: Los historiadores del arte críticos

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Ensayo

Los historiadores del arte críticos

Michael Podro

9 enero, 2002 01:00

Baudelaire defendió la crítica "apasionada y partidista"

Traducción de Rafael Guardiola. La balsa de la medusa. Madrid, 2001. 301 págs., 16’83 euros

Acostumbrados como estamos a una crítica entendida como género periodístico, es importante recordar la existencia de críticas de otro tipo, con objetivos más ambiciosos (intelectualmente hablando) y argumentaciones más sistemáticas.

Porque si la crítica de arte "práctica" debe ser, como dijo Baudelaire, uno de sus autores más sagaces "apasionada y partidista", la otra, por el contrario, consistirá en un análisis de las obras no valorativo y eminentemente reflexivo. La que es el objeto del libro que comento tiene una característica específica: pretende examinar las distintas obras particulares a la luz de una determinada concepción del arte en general. Pondré un ejemplo: ante el retrato de Rembrandt de una mujer en su lecho, podemos preguntarnos acerca de los hechos biográficos y circunstanciales que rodean al cuadro, o acerca de su comprador. Pero podemos también interrogarnos sobre por qué un cuadro de contenido tan íntimo posee un interés que va más allá del contexto personal original. Mientras que a las preguntas del primer tipo podemos llamarlas "arqueológicas", las segundas nos exigen ver cómo los productos artísticos obedecen a propósitos e intereses que no están determinados por las condiciones históricas de su aparición. Podro llama historia crítica a la tarea de abordar este segundo tipo de preguntas.

Los dos intereses fundamentales que marcan las obras de historia crítica son: mostrar cómo se manifiesta en el arte la libertad del espíritu (del mismo modo que se experimenta en el pensamiento o las acciones meditadas) y, en segundo lugar, mostrar cómo el arte de culturas lejanas en el espacio o el tiempo ha podido llegar a formar parte de la vida espiritual del presente. Dado que el primero de estos dos aspectos recoge la oposición kantiana entre la libertad humana y las constricciones que impone el mundo material, y dado que su desarrollo se realiza siempre sobre el tapiz de la historia, Podro escoge para sus autores la denominación de historiadores críticos. Esta tradición, central dentro de la reflexión sobre las artes visuales, tiene su origen en el seno de la estética filosófica alemana de finales del XVIII y principios del XIX, en el periodo que va desde 1827 a 1927. La materia de este libro se limita pues a la historia crítica escrita en alemán, una tradición que sin embargo guarda relación con las obras de Ruskin, Pater y Fry, en Inglaterra, o las de Viollet-le-Duc, Taine, Focillon y Francastel en Francia, o las de Croce y Venturi en Italia.

Podro considera a Hegel el primero de los historiadores críticos y señala su controversia con Rumhor como el punto de partida de un debate que estará presente en la reflexión de los autores posteriores, aunque la historia crítica no se limita a esta cuestión. En efecto, la oposición entre una concepción del arte como parte de la vida contemplativa, vinculado pues al pensamiento o, por otro lado, una concepción que le vincula sobre todo a las circunstancias sociales y materiales, determina dos enfoques radicalmente distintos.

Entre los autores estudiados (K. Schnaase, G. Semper, Adolf Güller, Burckhardt, Springer, Riegl, Wülfflin, Warburg y Panoksky) hay varios muy escasamente conocidos por los lectores españoles. Las obras de todos, sin embargo, guardan entre sí una extraña coherencia, producida por que piensan una y otra vez acerca de los mismos temas, criticando, elaborando y ampliando el trabajo de los demás. Libro, pues, recomendable para aquellos que quieran profundizar en esa ciencia de la sensibilidad que llamamos estética.