Ensayo

Historia de la Argentina

John Lynch, Robert Cortés, Ezequiel Gallo

23 enero, 2002 01:00

Traducción de A. Solá, J. Beltrán y M. Escudero. Crítica, 2001. 354 págs, 17’49 euros

Quizá la única manera de comprender la dramática situación actual de Argentina sea analizar lo ocurrido el último medio siglo. Eso pretende, al menos, La batalla de las ideas (1943-1973), séptimo volumen de la Biblioteca del Pensamiento Argentino, dirigida por Tulio Halperín Donghi, que acaba de aparecer en Buenos Aires. Una antología esencial de los grandes debates intelectuales entre 1943 y 1973 que trata las consecuencias de la segunda guerra mundial o el peronismo.

La presente obra es una recopilación de la parte dedicada a Argentina en la edición de Historia de América Latina de Cambridge University Press, dirigida por Leslie Bethell. En este volumen se reúnen aportaciones de prestigiosos autores sin que esa autoría colectiva, contra lo que suele ser habitual, reste un ápice de continuidad a los capítulos que componen el libro.

De este modo, el público interesado por la apasionante historia de esta nación tiene a su alcance una completa visión de la trayectoria política, social y económica argentina, hasta la etapa de restauración democrática que culmina con la victoria electoral de Carlos Menem en mayo de 1989.

A fuerza de repetirlo parece que la evocación sobre las riquezas naturales y el capital humano de la Argentina no son más que un tópico, pero nada más alejado de eso. Esas fuentes, su enorme extensión y la generosa asimilación de millones de inmigrantes crearon una sociedad sin parangón y una extraordinaria experiencia histórica que, en principio la asimilaban socialmente más a las naciones frontera, como Estados Unidos o Australia, que a la del resto de los estados latinoamericanos o europeos. Sin embargo, en el terreno de la vida política e institucional, las referencias encajan mejor con estos últimos.

La historia argentina se puede agrupar en tres grandes períodos. El primero va desde la inesperada fase de la independencia, que dejó a la incipiente nación ante el desafío de construir un estado sin apenas haber constituido internamente un poder alternativo tras el desmantelamiento del imperio español, hasta el final de la época de la anarquía y la lucha de caudillos en el que la figura más descollante fue Rosas, ejemplo paradigmático de que el dominio social y político correspondió a los estancieros, propietarios de enormes latifundios donde se criaban grandes rebaños de ganado bovino.

Uno de los problemas más característicos -un factor permanente en la historia argentina- fue la constante tensión, muchas veces traducida en enfrentamiento armado, entre las provincias y la capital, Buenos Aires, apoyada en su extenso y próspero hinterland y volcada en una exportación muy vinculada a la demanda e inversiones británicas.

El segundo período, 1870-1946, supuso el fin de las guerras con otros países, la consolidación del estado liberal y del mercado nacional mediante un proceso de centralización, la enorme pujanza de una economía agroexportadora que proporcionó un crecimiento y extensión del bienestar, inconcebibles en otros países, que colocaron a Argentina en el grupo de cabeza de las naciones más desarrolladas del mundo.

A escala política, el país transitó de forma gradual, entre 1912 y 1916, de un sistema político liberal-oligárquico a otro liberal-democrático gracias a la capacidad de adaptación de unas elites políticas que supieron renunciar a detentar en exclusiva el poder. A partir de ahí comenzó la etapa de dominio del partido radical, representante de las clases medias, en medio de ciclos de altibajos económicos, que acabó con el fin de la etapa de abstención política del ejército en 1930, momento en el cual comenzó el principio del fin de las concepciones liberales y el paulatino asentamiento de los ideales nacionalistas con su estela de concepciones estatalistas y de autosuficiencia económica, muy en paralelo con lo que ocurría en otros partes del mundo occidental.

Desde 1946, con la aparición de la figura de Perón, previo ese importante arraigo de las ideas y discursos nacionalistas, se inaugura un nuevo orden político que durará, al menos, hasta el final de la última dictadura militar. En él, el intervensionismo militar directo o indirecto, las fases de democracia vigilada, la presencia del movimiento peronista y, consecuentemente, la participación activa de las masas populares serán las notas características.

El futuro no está escrito. Por tanto, es inútil acudir a estas páginas para tratar de encontrar las claves de la actual situación crítica que asola a Argentina. Sin embargo, aparte del interés per se, por la entidad histórica de un país con tales dimensiones y potencialidades, tanto económicas como culturales, y por su proximidad a España -ahora no sólo psicológica-, este volumen puede resultar un excelente instrumento para buscar algunas posibles explicaciones a los recientes acontecimientos, siempre teniendo en cuenta que es un error inexcusable incurrir en el abuso del presentismo.