Ensayo

Janis Joplin

Alice Echols

23 enero, 2002 01:00

Traducción de Beatriz López-Buisan. Ed. Circe. Barcelona, 2001. 405 páginas, 23’58 euros

El 16 de junio de 1967 se celebró en la costera ciudad californiana de Monterey un concierto que pasaría a los anales de la historia. Su impacto fue tal que para un buen número de sociólogos ilumina, más claramente que el de Woodstock, la evolución ideológica juvenil en el siglo XX. Durante aquel fin de semana miles de jóvenes se agolparon para ver a los Who, Grateful Dead o la Jefferson Airplane. Todos se han convertido en mitos, pero los grandes triunfadores fueron Jimi Hendrix y Janis Joplin. Hoy Janis Joplin representa el prototipo de joven hippy, idealista, contestaria, independiente... Una imagen no exenta de cierto halo romántico, al encarnar la máxima de Capote: vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver.

La biografía de Alice Echols nos presenta a una Joplin mucho más humana. A lo largo de 400 páginas conocemos los miedos, las angustias y ambiciones de aquella transgresora de aspecto frágil que desgarraba su voz pidiéndole al Señor un Mercedes. El acopio de información es exhaustivo. Fue la propia Joplin quien negaba "ser una estrella", afirmando que era "una chica de mediana edad con un problema de alcoholismo y una bocazas" y ése es el personaje que consigue retratar Echols. El subtítulo del libro, "Las cicatrices del dulce paraíso" (título de la edición en inglés), desvela la perspectiva de esta biografía. Sus devaneos amorosos, heterosexuales y homosexuales; los problemas con el alcohol, que aireaba para ocultar el más importante de las drogas; la adicción a los estupefacientes, que entendía como parte de su vida artística... todo se expone sin la afectividad de otras biografías. Bien es cierto que será el propio lector quien llegue a sentir una cierta simpatía, que no compasión, incluso empatía con muchos episodios de su vida. Por desgracia su fragilidad física era en buena medida reflejo de su fragilidad mental. Tan sólo encima de un escenario se transformaba: "Cuando canto... Oh cuando canto siento lo mismo que cuando se enamora uno por primera vez...". Además de "desmenuzar" la vida de Joplin, Echols la sitúa en el Zeitgeist o espíritu de su tiempo, lo que se traduce en un recorrido por los ambientes hippies del San Francisco de los 60 y 70, cuando se respiraba una atmósfera de libertad y ruptura que nunca llegaría a concretizarse.