Image: Corre manuscrito. Una historia cultural del Siglo de Oro

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Ensayo

Corre manuscrito. Una historia cultural del Siglo de Oro

Fernando Bouza

6 marzo, 2002 01:00

Marcial Pons. Madrid, 2001. 359 páginas, 21’04 euros

Tras la invención de la imprenta, las condiciones de transmisión de la cultura escrita experimentan un cambio revolucionario. Pero, contra lo que muchos creen, la actividad manuscrita sigue manteniendo una amplia vigencia.

Estudiosos, historiadores, coleccionistas, bibliófilos, pícaros o epistológrafos escriben por sí mismos, o recurriendo a copistas oficiosos o profesionales, los textos más diversos, que corren de mano en mano formando un río cultural, no por "subterráneo" menos importante. A este tema ha dedicado el profesor Fernando Bouza el libro que hoy reseñamos, acometiendo la tarea de catalogar, analizar y demostrar la importancia de "una cultura ad vivum, manuscrita" que circula ampliamente a lo largo de nuestro Siglo de Oro, y que rivaliza y complementa a la vez la importantísima producción editorial que florece por entonces.

Estamos ante un tema que ha interesado desde siempre a los expertos, pero que hasta fechas recientes no ha recibido la atención debida. Hoy disponemos de un acervo importante de estudios parciales, de monografías tan prestigiosas como las de H. Love , H. R. Woudhuyssen o Ch. Métayer. A ellas debemos añadir ahora la de F. Bouza, cuyo mérito principal radica en haber sabido acumular una copiosa lista de textos, haber encontrado y explicado vetas inexploradas y haber desplegado una sólida erudición. Anécdotas, datos de archivo, testimonios recónditos, estadísticas, etc. se aprovechan con criterio científico, imbricándose en un tejido erudito en que la documentación, la ruptura de tópicos, el análisis objetivo y la argumentación novedosa dan sentido a lo que en principio parecía un caos inextricable.

Ocho son los capítulos en que se estructura el libro -además de una "Introducción" recapituladora-. En su transcurso se nos informa sobre cuestiones tan distintas como la de las copias manuscritas de los textos dramáticos, los manuscritos que divulgan escándalos y maledicencias, la literatura de bufones palaciegos y gente del marginalismo aurisecular, las biografías que servían de manual cortesano, los documentos relativos a la crónica de las casas nobles, o los escritos histórico-políticos emanados de la pluma del monarca -así, la traducción de F. Guicciardini por Felipe IV. La vitalidad de esta cultura del manuscrito explica en lo literario, como señaló A. Rodríguez-Moñino, la no publicación de la obra de los principales poetas españoles de los siglos XVI y XVII (San Juan de la Cruz, fray Luis de León, Góngora...) en vida de éstos, sin que ello obstaculizara su difusión entre todo tipo de lectores.

Además de esas, resultan muy instructivas las noticias relativas al coleccionismo, intercambio y robo de manuscritos, copias fraudulentas de textos líricos o teatrales oídos de viva voz, etc. En cuanto al regalo de códices, hay anécdotas muy sintomáticas, como la que cuenta la donación a Felipe II por la Duquesa de Florencia de un librito de oro que agradó extraordinariamente al monarca. En una época como la nuestra, en que tanto nos molestan las erratas, no nos sorprenden las quejas de los humanistas sobre los scribae imperiti, que deturpaban irresponsablemente preciosos códices de clásicos antiguos o escritores modernos. Igual interés tiene lo relativo a los manuscritos que desarrollaban una "pedagogía de la afrenta" en escritos ofensivos o calumniosos que no siempre quedaban impunes. Más amable es el tema de los epistolarios -de Felipe II con su hija Isabel Clara Eugenia, o de Felipe IV con la Madre ágreda-, que se diversifican en una inabarcable gama de subespecies.

La cantidad y calidad de todas estas noticias, y la finura crítica con que están enfocadas, justifican el interés del lector por el libro de Bouza, cuya consulta une el deleite con el provecho, demostrando cómo el rigor de la investigación historiográfica nunca está reñido con lo sugerente de su exposición cuando ésta se hace con competencia y empatía.