Progreso y libertad
Jorge Vilches
13 marzo, 2002 01:00En buena medida, esa situación es culpa de los propios académicos, que a veces confundimos la seriedad con la pesadez, o que no hacemos el esfuerzo imprescindible para despojar a la narración de una jerga especializada que se convierte en elemento distanciador para el amante de la historia, que no sólo busca la información precisa sino también el estilo literario que permite disfrutar de un apacible rato de lectura.
Estas últimas cualidades están presentes en el libro de Jorge Vilches que, en palabras del propio autor, narra la historia del Partido Progresista en el proceso de la revolución liberal española del siglo XIX, con una especial atención al Sexenio Revolucionario que transcurre entre 1868 y 1874. El Partido Progresista es la denominación que se dió, desde comienzos del reinado de Isabel II, a los sectores liberales más comprometidos con la afirmación de los derechos individuales y el restablecimiento del proyecto liberal cerce-
nado con el retorno de Fernando VII a España (1814) y la derogación de la Constitución gaditana de 1812. Según una visión fuertemente arraigada en la historias del período, el partido Progresista sería el bueno de la película y habría sido sistemáticamente marginado por Isabel II -la mala, obviamente-, de manera que no quedó a los progresistas otro recurso que el de la insurrección, para hacer efectivo lo que ellos entendían como un indiscutible derecho a ejercer el poder y burlar así los designios de Isabel II que, de acuerdo con una frase acuñada por entonces, era aludida con la expresión elíptica de "los obstáculos tradicionales".
Vilches no se ha conformado con esta visión tan repetida y ha dedicado su tesis doctoral al análisis de la trayectoria del progresismo en el reinado isabelino y, sobre todo, a la vida política del Sexenio Democrático que hay que ver como la gran oportunidad del progresismo para llevar a la práctica su programa político. Para ello ha hecho una inteligente utilización de los grandes archivos del Estado, de archivos diplomáticos extranjeros, y de algunos archivos privados, especialmente catalanes. También ha utilizado la rica y variada prensa del periodo, así como una extensísima bibliografía a la que no cabe hacer ningún reparo relevante, a no ser la siempre conveniente distinción entre los testimonios impresos de los contem- poráneos y lo que constituye propiamente una reflexión de historiadores sobre el periodo. La tradicional distinción, en definitiva, entre fuentes primarias y secundarias. Es muy de agradecer, por el contrario, la existencia de un índice onomástico que empieza a ser una elemental prueba del algodón para los libros que se presentan con un mínimo de seriedad científica.
El resultado, como cabe suponer, es de una gran pulcritud académica sin dejar de ser atractivo para lectores cultos interesados en la España de esos años. Como adelanta Luis Arranz en el prólogo, buena parte del interés del libro radica en la oportunidad de las preguntas que el autor se hace ya que, rompiendo con la tradicional complicidad de algunos historiadores hacia los comportamientos progresistas, Vilches se pregunta por los motivos de la incapacidad de los progresistas para hacer verdadera obra de gobierno liberal, a pesar de que no le faltaron oportunidades para ello, incluso durante el reinado de Isabel II.
Vilches no forma parte del grupo de los historiadores que se dejan caer en la complicidad con sus personajes historiados y su diagnóstico del comportamiento de los progresistas durante los años del Sexenio -que es, posiblemente, el mo-
mento culminante de su narración- no puede ser más demoledor ya que entiende que llevaron su voluntad exclusivista hasta el punto de hacer imposible el orden constitucional de 1869 y amenazar con el establecimiento de una verdadera "dictadura liberal". Una visión polémica y rupturista que no podrá dejar de ser tenida en cuenta cuando otros historiadores vuelvan sobre la vida política de aquellos apasionantes años.