Image: Crónicas perdidas

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Ensayo

Crónicas perdidas

Alfredo Bryce Echenique

8 mayo, 2002 02:00

Alfredo Bryce Echenique. Foto: Vallés

Anagrama. Barcelona, 2002. 538 páginas, 19 euros

La obra de Bryce Echenique se caracteriza por su desmesura. Y en estas Crónicas perdidas, de hecho, ha reunido lo que hubieran podido ser tres o cuatro libros. El más joven de los escritores del boom aunque niegue pertenecer a este tan mal entendido como designado grupo (tiene la misma edad que Mario Vargas Llosa, contra el que arremete, aunque con exquisito cuidado) se ha servido del periodismo.

De hecho, fueron artículos, estudios, conferencias e incluso cartas públicas que el autor fue publicando entre 1972 y 1997 en diarios accesibles al lector español como Abc o El País o en otros tan lejanos como Oiga o El Dominical de El Comercio, de Lima, puesto que Bryce Echenique, que ha vivido buena parte de su vida entre Europa y los EE. UU. ejerciendo la docencia universitaria, en ningún momento ha renunciado a su peruanismo esencial, casi metafísico. Los textos han sido organizados en diversos apartados según su intención: "La escena nacional; la internacional; la madre patria y sus hijos" y "Estrictamente literario", la zona de mayor interés para los fieles lectores del creador; así como "Zapatos vagabundos", de índole más autobiográfica -y no menos literaria- o "Mapamundi", su fervor viajero.

Bryce es, en sí mismo, pura y excelente literatura y cuanto destila, pese a las diversas intencionalidades, debe entenderse como parte de la inmensa autobiografía, irónica -porque la novela, a su juicio, procede del género cómico-, ficticia, que anda escribiendo desde su primera obra. Algunos seguidores tal vez se sorprendan de ciertas afirmaciones. Por ejemplo, admirador del Quijote, no tiene empacho en admitir que su devoción le llegó de la mano de Unamuno con La vida de D. Quijote y Sancho. Entenderá el surrealismo como una constante antes que como escuela. Será consciente de su condición de escritor latinoamericano y sus dioses serán clásicos, como Rabelais y Sterne, o modernos como Ribeyro o Monterroso. Sus alusiones al boom serán más que graciosas.

Algunos textos son fruto de conferencias o estudios que merecen ser tomados en consideración, como la función de las mujeres en Cien años de soledad. La combinación de nostalgia y humor que advertimos en su obra creativa se convierte también aquí en motivo de un breve ensayo. Pero el Bryce personaje acostumbra a narrarnos sus desventuras como escritor que ha vivido gran parte de su existencia fuera de su ambiente. Sus desventuras con los premios literarios franceses, por ejemplo, en forma de carta dirigida a Maruja y Ramón (como otras varias) combinan lo documental con el sentido de la existencia que subyace en el conjunto de su obra y que es mucho más profundo de lo que puede parecer en una rápida lectura. Porque, tras la sonrisa, hay un serio moralista. En ocasiones, con la excusa de la reseña de un libro, nos ofrece su visión personalísima de un momento de la literatura peruana contemporánea. Algunos escritores o amigos españoles figuran como personajes. Los más favorecidos serán José Esteban o los ya desaparecidos Carlos Barral y José Agustín Goytisolo. Pero tal vez para los devotos tenga mayor interés su opinión del nuevo periodismo estadounidense. Sin pretender ser un "escritor comprometido", no desdeña ocuparse de los problemas de su país.

Este libro reúne, pues, muchos libros. Nos ofrece opiniones desde literatura a Sinatra o Almodóvar. Textos de diversas épocas, texturas y pelajes configuran parte de este mundo propio que no puede entenderse como marginal a su obra creadora, sino formando parte intrínseca de la misma. Es una demostración palpable del valor literario de cierto periodismo actual. Nunca nos deja indiferentes.