Ensayo

La Ilustración y sus enemigos

Anthony Padgen.

8 mayo, 2002 02:00

Trad. J. M. Hernández. Península. Barcelona, 2002. 139 págs., 15’63 euros

Padgen, que inició su carrera docente en Cambridge, ha venido a ser uno de los más conocidos representantes del grupo de estudiosos que bajo la inspiración de Quentin Skinner transformó la metodología y los enfoques analíticos aplicados al estudio de la historia intelectual y de las ideas políticas.

La Ilustración y sus enemigos recoge el texto reelaborado de unas conferencias dictadas en la sede madrileña de la UNED en 1999 y en las que abordó algunos de los asuntos centrales de la filosofía política ilustrada. Si el especialista encontrará en este libro un manejable resumen de cuestiones usualmente sacadas a colación en el estudio del período, estructuradas con admirable capacidad de síntesis, el lector menos avezado dispondrá de una buena introducción a esas cuestiones y un no menos útil ejemplo de la metodología característica de los seguidores de Skinner, sin que ello signifique que Pagden carezca de voz propia.

La filosofía de los dos últimos siglos ha porfiado en dar respuesta a la pregunta que se planteó en 1783: "¿qué es Ilustración?". De las distintas avanzadas, acabó por aceptarse una interpretación de la Ilustración como proceso en el que la racionalidad humana y un cierto optimismo antropológico se afirman frente a la ignorancia y el prejuicio como origen de los males sociales y la infelicidad. En la base de ello se encuentran conceptos específicos de "humanidad" y "sociedad" que los filósofos preilustrados del XVII y sus seguidores explicaron siempre por medio de una misma enarratio, la de los orígenes presociales del hombre en el estado de naturaleza y su entrada en la vida social y la organización política por medio del pacto. La filosofía postmoderna, por ejemplo con Lyotard, ha encontrado en esa inquietud por los cimientos de la sociedad humana la raíz de la inconsistencia de la Ilustración y las formas de pensamiento que de ella proceden. Por su parte, la filosofía social tradicionalista que se hace llamar "comunitarista", la de Taylor o Gray, se vuelve hacia los viejos moldes aristotélicos, la del hombre como sujeto radicalmente social y comprensible sólo como tal.

Para rebatir ambos puntos de vista Padgen lleva a cabo un largo recorrido por la filosofía de los siglos XVII y XVIII cuyo objeto es poner de manifiesto las bases estoicas del pensamiento ilustrado, que tendría sus pilares en Cicerón o Séneca más que en Descartes, de forma que el racionalismo ilustrado no sería el de los grandes autores del XVII, aunque siendo ése todavía el "lenguaje" de la ciencia y los estados, resulte tan omnipresente. Junto a esa dilucidación de la identidad humana, se ocupa del interés ilustrado por asentar un ius cosmopoliticum, un fundamento racional y formal a la idea de la identidad común de los seres humanos, una cuestión que hace arrancar del historicismo de Vico para mostrar su carácter central en la reflexión moderna sobre el derecho y la sociedad, con Kant a la cabeza. Probablemente desarrollar a fondo estas cosas hubiera exigido más espacio; en el que Padgen le ha dedicado sería difícil hacerlo con mayor claridad y brillantez.