Ensayo

El anhelo de las colinas eternas

Thomas Cahill

29 mayo, 2002 02:00

Debate. Madrid, 2002. 313 páginas, 18 euros

La cultura anglosajona (y concretamente norteamericana) se ha impuesto por doquier y a nadie extrañará que también lo haya hecho en el ámbito filósofico, teológico y escriturístico (al que pertenece el libro de Cahill).

Ahora bien, la cultura anglosajona es, por definición, una cultura cristiana profundamente descristianizada. De ahí que se haya zambullido también en el terreno de las religiones y, concretamente, en la figura de Cristo, como persona histórica desprovista de carga dogmática. Han pasado los días en que se dudaba o incluso se negaba su existencia y la veracidad de los evangelios. El análisis textual de estos escritos, abordados críticamente sin tener en cuenta los dogmas, no deja ya lugar a dudas; no pueden ser relatos míticos; el verismo y multitud de detalles denotan que no se trata de invenciones, sino de recuerdos puestos por escrito, y por manos diferentes. Otra cosa es que digan lo suficiente para conocer satisfactoriamente al personaje principal. Aquí es donde quiere llegar la crítica histórica y la "contextualización" de los relatos evangélicos, que es lo que caracteriza el libro de Cahill.

Esto puede hacerse desde diversos puntos de vista. Dentro de la ortodoxia católica, sigue siendo útil La vida de Jesucristo de Louis Claude Fillion, editada por vez primera en 1921 pero reeditada constantemente. Fillion hizo gala de un extraordinario conocimiento del mundo judeorromano en el que vivió Jesucristo, así como de descubrimientos arqueológicos, y pergeñó con todo esto una obra que sigue siendo un clásico. En general, la literatura anglosajona a que me refiero (y el libro de Cahill en concreto) no sigue, sin embargo, las pautas ortodoxas; está escrita al margen de los dogmas y de la tradición interpretativa cristiana, por lo que consecuentemente, el Cristo histórico que dibuja se encuadra en los diversos elementos interpretativos que dan los historiadores de las cosas profanas. Al aceptar literalmente los evangelios, sin el tamiz de la Tradición, con mayúscula, asumen datos sumamente controvertidos (como la existencia de "hermanos" de Jesús). En este sentido -Cahill también-, desconocen la escuela escriturística de Madrid (una de las más novedosas), donde se desarrolla desde hace años un trabajo exegético de primer orden, extraordinariamente original. Partiendo de la base de que los evangelios redactados en griego se basaron -entre otras cosas- en textos previos arameos, se han ido revisando los pasajes evangélicos que ofrecen más dificultad, rehaciendo su probable expresión en arameo, y los resultados son sorprendentes, apasionantes. Precisamente La virginidad perpetua de María, de Mariano Herranz (Encuentro, 2002) ha sido el último y atrevido fruto de esta escuela, que anida en la Facultad de Teología de San Dámaso. El desconocimiento de estas aportaciones hace que la obra de que hablamos incurra en anacronismos que la debilitan y, en algunos casos, la anulan. Y es pena porque el contexto histórico está notablemente trabajado.