Image: Amalur

Image: Amalur

Ensayo

Amalur

Ignacio Martínez y Juan Luis Arsuaga

5 junio, 2002 02:00

Juan Luis Arsuaga. Foto: Mercedes Rodríguez

Temas de hoy. Madrid, 2002 373 páginas, 17 euros. Juan Luis Arsuaga: El enigma de la esfinge. Plaza y Janés. Barcelona, 2002 415 páginas

Dos libros tan entrelazados por su temática -el viaje a través de la evolución- que hasta tienen un autor común: el profesor Arsuaga, paleoantropólogo bien conocido por su pertenencia al equipo de Atapuerca así como por anteriores publicaciones, pone en éstas al alcance del lector medio toda una historia de la vida narrada con el regusto de las mejores historias y leyendas de los hombres.

Se reproduce aquí, para cada uno, lo que en su propia especialidad ha conocido y experimentado, viendo que al igual que en cualquier otra de las disciplinas científicas se ha ido avanzando a grandes pasos unas veces, cautelosamente otras, retrocediendo no pocas, pero desplegando siempre un gran caudal de intuición y de ingenio. No hay escrúpulo alguno en reconocer la provisionalidad de algunas propuestas, las opiniones encontradas ante ciertos problemas y, sin renunciar a dejar constancia de la propia postura, declarar que no se ha logrado aún la solución final.

Arsuaga, junto con su compañero de equipo Ignacio Martínez, cobija su relato bajo el manto de Amalur, la "Madre Tierra" de los vascos. Esa tierra resulta ser, según el mito, la madre de todo el universo: de su interior emerge el Sol cada mañana y vuelve a penetrar en ella al caer el día. En sus entrañas moran igualmente almas y númenes en forma de animales y posee la fuerza vital que sostiene al organismo humano y permite el desarrollo de plantas y ganados. Aquí enlaza con el argumento de nuestros autores, de cómo de la Tierra ha brotado la vida, ha evolucionado y se ha diversificado.

El mismo subtítulo, "Del átomo a la mente", dice bien cuál es el propósito que el libro persigue: contar la gran aventura de la vida en la Tierra que se enmarca en dos tramos sucesivos cuyos umbrales iniciales están ahí bien señalados. El primero es el origen mismo de la vida, el paso del átomo a la célula, de lo inorgánico a lo viviente y, tras él, "el proceso de la fotosíntesis, las relaciones de los hongos con otros organismos y la aparición y diversificación de los animales hasta los primeros invertebrados". La evolución sigue hasta alcanzar el segundo umbral: cómo se dan las condiciones para que nazca el pensamien- to humano, y a partir de él, una mente simbólica y un lenguaje. ¿Podría la evolución trasponer esos umbrales sin que aparezca en ellos una discontinuidad o un salto? Los autores apuestan por poder explicar que la vida y la consciencia afloran solas a partir, en un caso, de moléculas orgánicas y, en el otro, de animales no conscientes. Y que lo hacen como Darwin quería, sin saltos que exijan un diseño previo.

Palabras son éstas que tomo del segundo de los libros, El enigma de la esfinge, una exposición de cómo fue, o cómo creemos que fue, la evolución humana. Va pasando revista al lamarckismo, que la pone en la herencia de los caracteres adquiridos; la ortogénesis, o actuación de fuerzas internas en los organismos; el equilibrio puntuado, con aparición rápida de especies que luego se estabilizan; la teoría de la mutación o evolución a saltos, para la que pequeños cambios en los genes del desarrollo producirían grandes efectos morfológicos; y el finalismo, que requiere la acción de un diseñador. Frente a estas hipótesis, Arsuaga se mantiene fiel a Darwin: el mecanismo de la evolución es la selección natural, que nos conduce a un hombre fruto del azar.

¿Desolado paisaje? Para el autor el hombre se mueve con la libertad de poder leer ya por sí mismo el libro del universo. Un conocimiento, pues, del mundo natural según métodos científicos y racionales que no deberían perturbar el mundo de las creencias, como a veces ha sucedido. Estas lecturas nos sumergen en la contemplación de un hacer de la ciencia, oscuro y trabajoso unas veces y otras luminoso y espléndido, y siempre realmente apasionante.