Image: Malas

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Ensayo

Malas

Carmen Alborch

5 junio, 2002 02:00

Carmen Alborch. Foto: Mercedes Rodríguez

Aguilar. Madrid, 2002. 343 páginas, 15 euros

La semana pasada decía Arturo Pérez-Reverte en El Cultural, sin venir demasiado a cuento: "Es que ser mujer es una putada. Antes lo era, pero ahora es peor...". De eso es precisamente de lo que trata este libro de Carmen Alborch.

De lo penoso de la condición femenina. El título de este volumen, Malas, viene de un lema que Carmen Alborch ya esgrimía con el lanzamiento de su anterior libro sobre mujeres, Solas. Su grito de guerra, hace tres años, era: "Somos malas, pero podemos ser peores".

Malas arranca con el viento a favor de Solas, pero es una obra más difícil que no se refiere, como su título parece indicar, a lo que pudieran ser maldades, o recursos, femeninos. Alborch ha construido un alegato a favor de la mujer desde la literatura feminista. De las casi ochocientas cincuenta referencias utilizadas en la escritura de Malas, dos tercios provienen de mujeres.

Alborch ha estructurado su libro en ocho grandes capítulos que se cierran con un breve exordio a la armonía entre los géneros y se abren con una introdución dedicada a situar las relaciones entre mujeres en un mundo construido por y para los hombres. Malas comienza por analizar la rivalidad entre mujeres como María Callas y Renata Tebaldi o Joan Crawford y Bette Davis. Una vez que la falta de solidaridad femenina ha sido diseccionada, se procede contra el enemigo: sexismo, misoginia y antifeminismo.

A continuación Alborch plantea una cuestión tan delicada e interesante como es la relación entre madres e hijas y el papel de la culpa en dicho vínculo. Desde ahí, con un giro un tanto brusco, se contempla la perspectiva de la mujer masculinizada en el horizonte de la falsa liberación de la mujer. El siguiente paso, uno de los mejores espacios del libro, lo constituye la reflexión de Alborch sobre los sentimientos en la mujer. Se aborda la envidia como fruto de la inseguridad, la autoviolencia, la ambición, la autoexigencia y el estereotipo de la mujer "loca". Este capítulo, el quinto, se prolonga en el siguiente, dedicado a la exteriorización de los sentimientos.

Se cierra este volumen con buenas intenciones y consejos. Alborch propone nuevos tipos de relación en los que se ha de pasar de la rivalidad a la complicidad. Con ello se hacen posibles los pactos, alianzas y hasta constuir la paz, tarea a la que se dedica un puñado de valientes asociaciones de mujeres.

Escrito este libro desde la militancia y construido con un apoyo bibliográfico que con frecuencia quita ritmo, tomado de la mitología clásica, de la literatura española y de la teoría feminista, se echa de menos un recorrido mayor de la propia reflexión de la autora, demasiado conservadora y falta de atrevimiento.