Image: Correspondencia

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Ensayo

Correspondencia

Jorge Guillén, J.M. de Cossío

12 junio, 2002 02:00

Jorge Guillén

Ed. J. Neira y R. Gómez de Tudanca. Pre-Textos. 302 págs, 23’08 euros

He aquí una correspondencia (1921) que alude, esencialmente, a una amistad más literaria que humana, y que entre otras curiosidades importantes, sirve para recordar a dos personajes notorios, uno de ellos hoy un tanto olvidado: José Mª de Cossío, señor de Tudanca.

Así le llamaba Guillén. Historiador y crítico de nuestra poesía, poeta secreto y fallido, célebre taurófilo y bon vivant, cuya biografía (1892-1977) depararía tantas sorpresas íntimas como intelectuales. Cossío fue amigo de la poesía, gran bibliófilo, notable coleccionista de manuscritos y uno de los fundadores de la Generación del 27, no sólo porque fue amigo de casi todos sus miembros, sino porque alentó su labor. él presentó a los poetas a Sánchez Mejías, y esa fue (toros y poesía clásica) su conexión, por ejemplo, con Alberti, tan lejano sin embargo en lo político. Con Guillén la relación es arquetípica: Cossío estimula y ayuda al autor de Cántico no sólo en los empeños de una lírica pura, sino en los estudios y recuperación del barroco nacional, que culminarían en el Homenaje a Góngora en Sevilla, 1927, al que Cossío no acudió, cosa que amigablemente le afearon en una quintilla (postal reproducida en esta edición) firmada por Guillén, Gerardo Diego, Alberti, Dámaso Alonso, Bergamín y José Bello.

Los estudios de Cossío sobre nuestro Barroco culminarían, posiblemente, en su tomo Fábulas mitológicas en España, de 1952. Al tiempo que su pasión taurina dará Los toros en la poesía castellana, ya en 1931, y finalmente su magna enciclopedia -luego continuada por otros- Los toros, cuatro volúmenes entre 1943 y 1961. Amigo de Lorca, de Prados, de Alberti, van saliendo -en esta correspondencia con Guillén- referencias, siempre literarias, a un mundo intelectual ebullidor que cree tanto en la necesidad de una prosa novedosa como en rescatar el pasado, para Cossío fértil incluso en la poesía de fines del XIX (antes del modernismo) tan denostada por entonces. Curioso, fecundo, rico ámbito intelectual donde todo apetece y todos hablan, parece más que obvio en estas cartas que la guerra civil lo truncó por entero. Tras la guerra apenas ocho cartas breves entre los dos, y poco más que recuerdo de juventud. El final real (Guillén colaboró con los bibliotecarios de Tudanca, tras la muerte de Cossío) es triste. En el verano de 1964 -Guillén, durante el franquismo, vino a menudo a España, aunque extraoficialmente- el poeta de Clamor recorre Santander, pero no va a ver a Cossío que está en Tudanca. Buenos recuerdos, pero el presente era ya otra cosa. Un libro muy curioso que habla de literatura y vida, y que si nos confirma la siempre sólida y placentera imagen del gran Guillén, nos llena de curiosidad y recuerdo hacia Cossío, erudito y vividor, que quiso a los poetas y a los toreros.