Image: Celebraciones

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Ensayo

Celebraciones

Michel Tournier

3 octubre, 2002 02:00

Michel Tournier

Trad. L. M. Todó. El Acantilado. Barcelona, 2002. 354 páginas. 17 euros

Estas celebraciones tienen mucho también de epifanías, esos "instantes ricos" en que la vida, con su mero discurrir, desvela lo trascendente. Para ello es preciso, no obstante, sensibilidad en la visión, y si hay luego, en quien ha visto, acierto para encontrar la palabra justa, mejor que mejor: estamos en plena literatura.

El novelista Michel Tournier hace gala de semejantes virtudes en esta colección de textículos, propios de un escritor de oficio que recurre a la prensa para ejercer como tal entre obra y obra de mayor aliento. El título finalmente acuñado para estas páginas habla de una condición sustantiva de todas ellas: el entusiasmo ante lo que existe por parte de quien considera miserables a los incapaces de admiración. La visión de Tournier es, así, siempre amable. Por caso, en sus "Elementos de xilosofía", "el saber de la madera" del que este narrador filósofo se nos revela maestro, transforma la híspida afirmación de aquel ebanista ("los que no trabajan la madera son unos cabrones") en una certera litotes por la que todos los que lo hacen son, por el contrario, unos señores.

Incluso su ironía antiamericana es de guante blanco: los nómadas californianos de la tercera edad que viajan agrupados por la marca de sus caravanas se contraponen al gandul sedentario que Tournier ve en cada europeo y con el que se identifica en cuanto residente, desde hace casi medio siglo, en una vieja rectoría junto a la iglesia y el cementerio de su aldea borgoñona. Michael Jackson se le figura asimismo arquetipo de la fagocitación por la imagen que desde USA irradia hacia el mundo entero, y aquí denomina iconización. Sutilmente, páginas atrás se habían descrito con toda la intención los cinco atributos que hacen del muñeco que ha dado nombre a nuestros michelines una especie de patrono bonachón de la carretera, a medio camino entre Buda y San Cristóbal, el ogro benéfico cuya estela viene desde La leyenda dorada de Jacobo de la Vorágine hasta la propia novela que le dio en 1970 a Tournier la fama y el Goncourt: El rey de los Alisos.

Celebraciones tiene mucho de dietario reminiscente, cuando el escritor hace de sus artículos páginas autobiográficas acerca de su infancia y juventud, todo teñido de una melancolía cenital inspirada por la proximidad de un cementerio campesino desde donde le llaman los suyos de sangre -alguno, como la abuela Jeanne Michéa todo un personaje de novela, igual que el tío Alexandre protagonista de Les Météores- y los compañeros casi adolescentes sobre cuya "miseria material planeaba el espíritu de los grandes filósofos": nada menos, entre otros, que Michel Butor, Foucault y el más admirado de todos, Gilles Deleuze. El libro termina, precisamente, con estas semblanzas, después de haber desgranado piezas de desigual extensión y acierto sobre la naturaleza -el árbol, el mar, el caballo, la leche o el erizo-, los cuerpos y los bienes -donde el "Diálogo de lo soso y lo salado" sugiere una paráfrasis de Lévi-Strauss-, los lugares -Francia y Alemania, la segunda patria cultural de Tournier, Japón, Bombay...- y las imágenes.

En este último apartado Michel Tournier aporta su particular visión, desprendida ya de intereses mortales desde la atalaya provecta desde la que escribe, acerca de la sociedad que viene, en la que el cine le parece no disponer de más futuro que él mismo.

Sus análisis acerca de la radio, la música popular, el séptimo arte y la televisión, a los que no falta tampoco encarnadura autobiográfica, son francamente interesantes, como cuando sueña con que a la televisión-espectáculo que nos embrutece ahora suceda el triunfo de una televisión-verdad como la de esas imágenes del mundo, sin comentarios ni aparente mensaje, que ocupan las pantallas a altas horas de la madrugada, entre el final y el nuevo comienzo de la programación. Una televisión minimalista y sustantiva, dedicada a reproducir a su modo lo que ya es, afirmada en unos valores estéteticos de los que participan ya, con su prosa, estas Celebraciones que a los lectores españoles nos parecen, en muchos de sus mejores aciertos, tan cerca de las greguerías.