Ensayo

Frankensteiniana. La tragedia del hombre artificial

Pilar Vega Rodríguez

10 octubre, 2002 02:00

Tecnos/Alianza. Madrid, 2002. 392 páginas, 17’3 euros

La historia de Frankenstein es una historia plural que ha atravesado la literatura, el cine, la música y las artes plásticas. En este libro la autora restituye la autoría a Mary Shelley del creador y de la criatura. Vega explora las múltiples fuentes del mito de Frankenstein; también su vigorosa, su diferenciada, historia efectual: con una cierta injusticia para con los creadores cinematográficos, a los que evalúa sólo desde la perspectiva de las novelas originales, sin conceder carácter creativo al arte del cine y a la todopoderosa industria de nuestros horrores y placeres.

¿Qué decir? Para los amantes de Frankenstein el texto de Pilar Vega es de un gran valor. El compromiso con el tema, la exploración de todos los detalles que introducen complejidad al texto, la minuciosa reconstrucción biográfica y bibliográfica, presentan una investigación rigurosa que sabrá agradecer todo amante de la literatura romántica, gótica y sentimental.

Acierto ejemplar: la criatura -en la letra de Mary Shelley, o bajo la dirección de Whale, o con el rostro de Boris Karloff- es un mito de nuestra cansada modernidad. De esa modernidad que se presumió carismática, que pensó sustituir a los dioses por el humano creador: científicamente armado. Rastros de Prometeo, descubre la autora; rastros de Fausto. Sin duda. Frankenstein, el creador y la criatura, es el mito, uno y doble, de nuestra modernidad tecnocientífica. Son el estímulo y la advertencia, el límite y la posibilidad. La exploración de fuentes e influencias, de límites y posibilidades, ha sido magníficamente realizada por Vega. Para los que hemos sufrido y gozado con las plurales versiones de Frankenstein es un material imprescindible.

Para acabar, una nota discordante: cierto tipo de texto que aparece referido en el libro no es tratado como se merece. Calificar a Luciano (de Samosata) de "sofista griego", es, cuando menos, una licencia arriesgada. Decir que Marx concluyó "que Prometeo había sido el primer santo del calendario cristiano"(p. 139), suena a error. Marx calificó a Prometeo como "santo y mártir". Del calendario filosófico: tal vez sea lo mismo, pero hay un matiz. Este libro es una rigurosa exploración filológica del ambiente y las fuentes de Mary Shelley. En ello radica su mérito y gran valor. Ensayos periféricos, como el de vincular el mito de Frankenstein a los actuales desarrollos de la biotecnología, ponen de manifiesto las opiniones de la autora. Muy libres. Algo discutibles.