Image: Sobre el problema de la filosofía

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Ensayo

Sobre el problema de la filosofía

Xavier Zubiri

30 enero, 2003 01:00

Xavier Zubiri. Foto: Archivo

Alianza. Madrid, 2002. 394 páginas, 21 euros

Definitivamente fuera de las aulas universitarias, por decisión propia, desde 1942, Zubiri siguió, no obstante, enseñando, año tras año, en el restringido marco de unos intensos cursos privados de los que, ciertamente, sólo una minoría -altamente cualificada, pero minoría al fin- pudo beneficiarse.

Tampoco se excedió, desde luego, como publicista, de modo que hasta 1962, en que vio la luz su gran obra Sobre la esencia, Zubiri fue, por así decirlo, el autor de un solo libro, Naturaleza, historia, Dios, publicado en 1944 gracias a la insistencia de Pedro Laín Entralgo y otros amigos. Es bien sabido que este apartamiento, un tanto enigmático, de Zubiri, unido a la entidad y densidad acerada de su escasa obra impresa, así como a las referencias de algunos de los protagonistas centrales de la vida cultural española de aquel tiempo a lo decisivo de su magisterio en su propia evolución cultural, fueron configurando un mito dotado de una framática propia: el mito Zubiri. Hoy podemos decir con pleno conocimiento de causa que el mito tenía sólidos fundamentos. Desde la aparición en 1982 del primer volumen de su gran trilogía sobre la inteligencia, los títulos puestos a disposición del público -sus famosos "inéditos"- por Alianza Editorial y la Fundación Xavier Zubiri, han ido sucediéndose a un ritmo impresionante hasta configurar uno de los territorios filosóficos más poderosos e idiosincrásicos de la filosofía contemporánea.

Y así, hablar hoy de Zubiri es hablar de un universo textual en el que se elabora una teoría general de la realidad y una innovadora idea de la inteligencia desde un conocimiento profundo de la tradición histórico-filosófica, de la ciencia físico-matemática de su época y de la teología cristiana.

Ese es su legado y no es pequeño, fruto de ese "forcejeo con la realidad, de esa fabulosa partida de ajedrez que Xavier Zubiri ha jugado, impertérrito, a solas, consigo mismo, durante más de cuarenta años" del que a comienzos de los ochenta del pasado siglo hablaba Aranguren a raíz de algunos ataques al filósofo. Todavía está, con todo, por situar ese legado de modo preciso y competente en el pensamiento tardomoderno: su "existencialismo cristiano", rara síntesis de enfoques neoescolásticos y piezas del acervo fenomenológico bajo el signo coagulatorio del concepto de "religión"; su ontología de cuño realista, centrada en la búsqueda de lo que constituye formalmente la realidad; o, en fin, la filosofía de la mente desarrollada por Zubiri a lo largo de varios -y bastante atípicos- volúmenes.

Un legado en cierto modo excéntrico a procederes muy consolidados a lo largo del siglo XX, pero que precisamente por eso constituye todo un desafío. Porque Zubiri no elabora una categorización límite de lo real, trátese del ser natural, del ideal o del social, al modo de Whitehead, Hartmann o el viejo Lukáks, a partir de los resultados de las correspondientes ingestigaciones científicas. Ni, por supuesto, una sociología o filosofía de la ciencia, al modo de Kuhn y sus seguidores. Ni se autoerige en pensador "posmetafísico". Zubiri ontologiza, sí, pero de otra manera.

Diferenciado su quehacer, en cuanto filosófico, del de los científicos, pero con clara conciencia de la necesaria colaboración entre ambos, Zubiri anuncia discurso material, sustantivo, sobriamente metafísico sobre la realidad. Una realidad cuya primariedad incluso respecto del ser -el supuesto objeto privilegiado de la reflexión metafísica- postula con singular énfasis. Y en esta ontología, un tanto empapada de cierto aura de eternidad, Zubiri enmarca tanto su antropología como su ética. Tanto su teoría de la intelección -que para él, realista al fin, no es sino la actualización de lo real en la inteligencia sintiente- como las claves secretas de una posible superación de las crisis de las ciencias europeas en cuyo diagnóstico tanto coincide con Husserl. Y todo ello de acuerdo siempre con la tesis básica de que la aprehensión de la realidad es sintiente: no sólo se elabora intelectivamente lo que dan los sentidos, sino que se siente la realidad. Siendo, por otra parte, este carácter sintiente de la intelección lo que -a ojos de un Zubiri que se opone así a la logificación de la inteligencia, tan característica de la filosofía occidental- fuerza la aparición del logos. Un logos que si algo busca, por otra parte, y como corresponde al realismo último de este enfoque, no es sino lo que cada cosa es en su realidad mundanal, lo que algo es en realidad y en la realidad.

El volumen que motiva estas líneas, compilado por Germán Marquínez Argote, contiene varios escritos tempranos, próximos en su mayor parte a los recogidos en Naturaleza, historia, Dios, que los editores adjetivan un tanto apresuradamente como "ocasionales". Lo sean o no, lo cierto es que en ellos toman cuerpo temas y problemas tan centrales en el filosofar zubiriano como el sentir intelectivo, a cuya intuición se aproxima ya uno de los trabajos aquí recogidos, o la "religación" como dimensión humana fundamental en la que se inscribe el problema religioso o incluso la posibilidad del ateismo o la "corporalidad", afirmado como parte esencial de la persona humana. Y que precisamente por eso se revelan como lo que son hitos en el largo viaje filosófico de Zubiri del horizonte de la temporalidad al horizonte de la realidad.

O lo que es igual, da al aprendizaje, de la mano de Husserl, Ortega y Heidegger, a la plenitud del maestro que habla con voz propia, por mucho que a veces esta nos devuelva ecos venerables de la historia del pensamiento.