Image: La isla secreta

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Ensayo

La isla secreta

Xaver Moret

27 marzo, 2003 01:00

Xaver Moret

Premio Grandes Viajeros. Ediciones B. Barcelona, 2002. 259 páginas, 14’95 euros

En la era en que ya no existen grandes viajes, nos alegra saber que al menos existen grandes viajeros, titanes como Xavier Moret. Para irse a Islandia a aislarse del barullo mediterráneo y volver de allí con este libro, que sortea la monotonía de los fiordos, los géiseres, los desiertos volcánicos y los trolls, hay que ser muy bueno. Pero volverse además con un libro sobre Zanzíbar recién escrito en la maleta, eso es ser grande.

Moret al menos no presume de aventurero, virtud que tienen en común los últimos premios de esta convocatoria. Se limita a aprovechar la suerte de tener un amigo islandés, Einar, quien le hace de perfecto anfitrión en la isla y le consigue una residencia de la asociación de escritores islandeses en Reykiavik. Eso le permite conocer una Islandia diferente de la turística desde una atalaya cultural privilegiada. Moret conoce la pasión de Borges por la cultura islandesa, la riqueza de las sagas que también -y tan bien- aprovechó Tolkien, las Cartas de Auden, el mito del volcán que Julio Verne popularizó como pasaje al centro de la Tierra.

Se lee con agilidad y placer el periplo de este escritor catalán que acaba seducido por el paisaje épico y la energía telúrica de Islandia. La sesgada luz del sol en las noches de verano, que invitan a beber cerveza sin parar en cafés de lo más cool, le propicia encuentros felices con personajes como Jaime Salinas, Baltasar Samper o Hallgrímur Helgason, el autor de 101 Reykiavik. Algo de paraíso tiene aún esta isla con pocos perros, en la que se construyen centros comerciales con forma de falo, se desvían carreteras para no molestar a los elfos, o se gana el dinero sin saber en qué gastarlo. Que llamen ladrón de la paz al buscapersonas dice mucho de su mentalidad sabia y antigua. Tal vez disfrutar a menudo de la aurora boreal sirva de consuelo a un pueblo que sigue cumpliendo con la tradición de comer tiburón podrido. A Moret yo le veo cogiéndole el gustillo a las cenas vikingas con casco de cartón. A pesar del menú.