Image: Los cuadernos de letra pequeña

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Ensayo

Los cuadernos de letra pequeña

José Jiménez Lozano

3 abril, 2003 02:00

José Jiménez Lozano. Foto: M.R.

Pre-Textos. 253 pp, 17 euros. Ni venta ni alquilaje. Huerga & Fierro. 415 pp, 19 euros

Lo que no admite, o no debería admitir, "ni venta ni alquilaje", según reza uno de los libros de Jiménez Lozano, es el alma. Y para atreverse a formular tan severa advertencia en un artículo es necesario primero haber meditado sobre las asechanzas a las que se expone el ánima ( palabra favorita) en la tan traída y llevada modernidad.

De estas meditaciones, de las impresiones y lecturas que las sustentan, da cuenta Los cuadernos de letra pequeña, cuarta entrega diarística de Jiménez Lozano. Y tanto este tomo como el otro, que recoge artículos publicados por el autor desde los años 60 hasta hoy, suponen un decidido empeño crítico por arrojar luz sobre un presente tan ufano de sus logros como ignorante de sus carencias.

Tal talante podía apreciarse ya en las Cartas de un cristiano impaciente que el escritor publicó en el semanario Destino en los 60. La mayoría de estos artículos eran semblanzas de personajes históricos que, desde la fe religiosa y el humanismo activo, dieron altos ejemplos de civilidad. Tras estos escritos latía una sutil, aunque radical, crítica al autoritarismo franquista y un augurio de lo que podría o debería ser la democracia por venir. Cuando ésta llegó, Jiménez Lozano no fue de los que se sumaron sin más al coro de voces complacidas. Muy al contrario, el escritor empezó pronto a denunciar toda esa sobrevenida complacencia: la de quienes malbarataban la cultura heredada en aras del igualitarismo, el utilitarismo o cualquier otro ismo falaz; la de los hipócritas de toda laya; la de tantos expertos que pretenden usurpar el derecho elemental de cualquiera a tener un juicio propio sobre las cosas. Con el tiempo, el tono ejemplarizante y doctrinal de los artículos de Destino fue dando paso a una lúcida y a veces melancólica ironía. La voz pública del articulista fue adquiriendo progresivamente la naturalidad y el tono confidencial del diarista, aunque uno y otro no llegan a confundirse, no se acogen jamás a la coartada de un estilo para trasvasar alegremente los límites entre uno y otro género, como puede comprobar el lector cuando el asunto de alguno de los apuntes de los Cuadernos coincide con el de algún artículo recopilado en Ni venta ni alquilaje: por ejemplo, cuando el autor alude a cierta escandalosa votación parlamentaria que vetó un proyecto gubernamen tal de ampliación de las humanidades en la enseñanza media. En los Cuadernos la noticia merece un apunte indignado; en el artículo, en cambio, es objeto de una documentada disertación, que emparenta el episodio con otros momentos vergonzosos de nuestra historia.

A primera vista, podría parecer que los escritos de José Jiménez Lozano traslucen un incurable pesimismo. Pero es gracia del diarista volver la vista hacia la luz cambiante de las estaciones o hacia los hábitos que redimen la cotidianidad. Contra la luz de diciembre, el sol que dora los membrillos o la satisfacción de encontrar un libro ansiado nada pueden los despropósitos del sistema educativo o las barbaridades que cometen los poderosos. Y bien está que cosas así, que ya sabemos que dan pábulo a toda clase de melancólicas meditaciones, salten de vez en cuando a las páginas de los periódicos y animen un poco ese adormecedor consenso bien pensante que algunos llaman modernidad.