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Ensayo

Ensayos literarios

Antonio Marichalar

1 mayo, 2003 02:00

Antonio Marichalar, por Grau Santos

Ed. Domingo Ródenas. F.S.C.H. Madrid, 2003. 374 páginas, 19 euros

Paulino Garagorri tituló uno de sus libros Españoles razonantes, y Gil-Albert se autodefinió como "un español que razona". Antonio Marichalar, marqués de Montesa, fue ambas cosas de un modo muy poco frecuente entre nosotros: con inteligencia, con cultura, con elegancia y con discreción.

Ródenas de Moya ha reconstruido bien el mapa y el perfil de su figura en un equilibrado prólogo en que dice de él lo que, sobre todo, fue: "el embajador europeo de la generación del 27". Con justicia le aplica lo que el propio Marichalar escribió sobre Thibaudet: "se olvidó de sí mismo".

Como "hombre de secreto" lo dibujó Dionisio Ridruejo, que subrayó también su curiosidad intelectual y su delicadeza. Y Aranguren reconoció su función de puente entre las distintas culturas que puso en relación. Gómez de la Serna lo recoge en La Sagrada Cripta del Pombo, aunque Marichalar está más próximo a Juan Ramón y a los jóvenes escritores que aparecen en índice. Con formación del 14, pero gustos estéticos de lo que será el 27, Marichalar se escribe con Larbaud y, desde 1923, colabora en The Criterion, la revista de Eliot. Guillén lo siente "profundamente contemporáneo"; y Pérez de Ayala lo retrata: "Marichalar no es de los que se arrojan de ligero a opinar sobre todas las cosas. Por el contrario, la característica de sus sobrios y meditados ensayos críticos consiste [...] en lo escrupuloso, auténtico y fidedigno de su información". Y eso es lo que sus Ensayos literarios confirman: que estamos ante un excelente crítico, dotado de una amplia cultura, que se pasea por las novedades literarias, analizándolas en lo que tienen de nuevo y de tradición.

Palma (1923) es la poética de su crítica. En ella pasa revista a lo que entonces era el estado de opinión. Para Marichalar, la crítica "es una opción especialmente reflexiva, y no debe lanzarse contra nadie". De ahí que el crítico deba aspirar a ser, como Poe, "un glosador excepcional". Girola (Divagaciones en torno al misterio de la estética actual) (1926) empieza por el problema de la mímesis y hace un recorrido por el arte moderno desde el cubismo y la poesía pura hasta el surrealismo. En Mentira desnuda (1933) se acerca a la antología de Gerardo Diego, Poesía Española (1932), procurando averiguar el criterio que la rige. Incluye uno de sus trabajos más notables: "James Joyce en su laberinto", ejemplo de talento crítico y de bien asimilada información. Comenta el viaje a Rusia de O’Flaherty; desmenuza a Mallarmé;y da muestras de buena prosa en su imagen de Rilke. Comprende la relación que hay entre el Monsieur Teste de Valéry y el Lord Chandlos de Hofmannstahl; valora a Reverdy; comenta el Edipo de Gide; contextualiza White Buildings de Crane y, aunque conoce Anabase de St. John Perse, reivindica a Claudel.

Mentira Desnuda reúne y resume los fantasmas literarios del 27 y puede ser leído como el escudo de armas de su generación. Bajo el epígrafe "Otros ensayos" se incluyen las colaboraciones de Marichalar en Revista de Occidente, anteriores a la guerra civil, y otro, de 1947, publicado en Escorial, así como la introducción que abría el monográfico de la revista francesa Intentions dedicado a la joven literatura española en 1924. De esta serie llaman la atención los consagrados a la obra de Santayana y de Conrad; "Tiempo de verso", en el que, a propósito de Tiempo de Emilio Prados se menciona a Cernuda y a Aleixandre, en una fecha tan temprana como 1925. El mito de Don Juan es revisitado con motivo del libro del doctor Lafora, y "Nueva Dimensión" corresponde tal cual a algunas páginas de "James Joyce en su laberinto", por lo que no se entiende bien su inclusión repetida. El primitivismo en el arte es el tema de "Nota Negra", y la crisis de la novela es revisada en "último grito". La traducción de Santuario de Faulkner da pie a proponer una serie de claves de lectura que lo son también del estilo y los temas de su autor. Y en "Presencia del antípoda" se desliza hacia el análisis del cesarismo que empieza a ser un rasgo distintivo del momento político.

La crítica de Marichalar distingue entre el prejuicio y el criterio, busca en lo estético no sólo el sistema sino la historicidad. La razón vital de Ortega lo alimenta y él la sirve desde una perspectiva hecha de historia y de cultura, que son los componentes de su realidad. Marichalar es un estilo y también un ejemplo de lo que la crítica bien informada y bien intencionada debe ser. Sus Ensayos Literarios son un placer y un festín. Nada hay hoy que pueda comparárseles: da la impresión de que también en esto hemos ido hacia atrás.