Rosa Montero: "Si no escribiera me descosería, me haría pedazos"
Rosa Montero, por Gusi Bejer
Pregunta: Su retrato del escritor da miedo: se le va la cabeza, a veces oye voces, tiene visiones, un demonio tutelar... ¿se siente a menudo la niña del exorcista?
Respuesta: Más bien creo que no soy la niña del exorcista porque escribo... Si esa magia sanadora se rompiera, puede que empezara a darme vueltas la cabeza...
P: ¿Cómo es su daimon, su demonio tutelar en la escritura?
R: El daimon es siempre pura fluidez... consiste en borrar tu yo y en dejarse atravesar gozosamente por la historia que estás haciendo. No siempre lo consigues, pero con La loca de la casa me ha sucedido así. Es el libro que más he disfrutado escribiendo.
P: Explica en él que sus parejas y sus libros son los mojones de la memoria: ¿le gasta malas pasadas?
R: La memoria, más que gastar malas pasadas, suele adornar lo recordado. Es un puro cuento.
P: ¿Y ha inventado muchos recuerdos en La loca...?
R: ¡Uf! La mayoría. Este libro es un artefacto de ficción. Pero las mentiras literarias tienen a menudo más autenticidad que la verdad.
P: ¿Se siente hoy más cerca de la obra maestra que ayer, pero menos que manaña?
R: Justamente. O eso me gustaría creer.
P: Honestamente, ¿qué cree que le ha faltado?
R: En este libro, prácticamente nada. Es un libro tal vez pequeño, pero atinado.... está muy cerca de lo que quería hacer. Pero, en general, claro, me falta grandeza, trascendencia, belleza, profundidad, permanencia.
P: También escribe que los escritores son como los bufones, que dicen lo que la conveniencia calla. ¿No se peca de lo contrario, de lo políticamente correcto?
R: No, lo que digo es que los escritores deberíamos ser como los bufones. Pero luego llegan el poder y las ambiciones del poder y casi siempre lo pervierten todo.
P: En su caso, ¿qué le hace callar ante los poderosos?
R: Lo que a la mayoría: un sentimiento básico de supervivencia. Después de haber trabajado más de treinta años en más de treinta empresas, debo confesar que más de una vez he deseado mandar al infierno a un jefe, y no lo he hecho. Algo bastante común, me temo.
P: ¿Qué no puede evitar escribir, sin temer las consecuencias?
R: Siempre las temo, porque soy más bien miedosa. Pero no sé cómo me las arreglo que no soy nunca capaz de callarme aquello que creo justo. Por ejemplo, temo escribir contra ETA, pero lo hago.
P: ¿Cómo ha logrado salvarse del utilitarismo panfletario?
R: ¿Tú crees que me he salvado? A veces me escucho en mis artículos demasiado esquemática. No sé, me esfuerzo por reflexionar.
P: ¿Qué es lo más deshonroso que haría por su obra?
R: Tal vez rogar que la lean. Ya lo hago, cada vez que me meto en una campaña promocional. Me siento como una vendedora de burros voceando: “compre este libro, tan bueno, tan bonito y barato”.
P: ¿Cree, como Walser, que los críticos se enroscan alrededor de los autores como boas y los asfixian?
R: Sí, la verdad es que los críticos no suelen ayudar. Y los autores somos tan vanidosos y tan frágiles que no soportamos ninguna crítica.
P: ¿Por qué los divide en incultos, malintencionados y llenos de prejuicios y en incultos, bienintencionados y llenos de prejuicios?
R: Bueno, eso es una exageración. También digo en el libro que hay buenos críticos. Lo que quería indicar es que a menudo las críticas positivas tampoco te sirven de nada, porque a veces parece que no se refieren a tu libro.
P: ¿Sabe lo que es caer en el túnel de la vanidad del escritor? ¿Cómo se sale de él, si es que se sale?
R: Sé bien lo que es la vanidad del escritor, y es un pequeño monstruo que me mordisquea los talones... pero creo que nunca he llegado a caer en el túnel, porque tengo demasiado sentido del ridículo y lucho para mantenerme en guardia.
P: ¿Qué tal en la Feria del Libro?
R: Este año ha sido maravillosa... la gente es tan cariñosa que te sientes en deuda. Pero llevo 25 años en este oficio, y sé bien que ese afecto es en gran medida un producto de la generosidad de los lectores, de la misma manera que el odio de los que me odian es en gran medida hijo de su ira. Ni me merezco tanto afecto ni me merezco tanto odio.
P: “Escribir novelas es un oficio que carece de glamour”... ¿afortunadamente?
R: Por supuesto. Me enorgullezco de pertenecer a un oficio tan laborioso y disciplinado como la narrativa.
P: ¿Para qué escribe usted?
R: Porque no sé vivir sin escribir. Creo que me descosería como persona, me haría pedazos.
P: Voy a imitarla (y a Nuria Amat): Si tuviera que elegir entre dejar de leer o de escribir, ¿qué escogería?
R: Desde luego son dos opciones mutiladoras, pero escogería seguir leyendo. Dejar de escribir es la locura, pero dejar de leer es la muerte instantánea.
P: ¿A qué libro no renunciaría?
R: Al próximo que voy a leer. A la posibilidad de seguir leyendo.