Image: La batalla de Waterloo. Memorias de un editor

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Ensayo

La batalla de Waterloo. Memorias de un editor

Rafael Borrás Betriu

31 julio, 2003 02:00

Rafael Borrás Betriu. Foto: Carlos Miralles

Ediciones B. Barcelona, 2003. 545 páginas, 19 euros

Se me figura que Rafael Borrás Betriu sería digno merecedor de una condecoración por su lucha sin cuartel contra uno de los tópicos más arraigados en lo que se refiere a nuestra República de las Letras.

Desde que en 1967 Guillermo de Torre habló del "raleamiento", esto es, de la escasez de memorias, autobiografías y epistolarios en lengua española, parecía como si nadie estuviese dispuesto a tomar cartas en el asunto, promoviendo una reactivación productiva en este campo de la llamada "literatura del yo".

Tal fue el empeño de Borrás en su faceta de editor, incluso antes de la creación de la colección Espejo de España, cuando entraba a dirigir Planeta en 1973, punto crucial de su carrera en cuya antesala nos deja este tomo. Se atiende aquí a unos "años de aprendizaje" que van de 1951 a 1967, y a otros "de ejercicio" previos a un "doctorado" que el trabajo con José Manuel Lara Hernández le reportará al autor, y éste nos promete contar en futuras entregas. Pero el mérito de Borrás como desfacedor de aquel tópico reside no sólo en haber inducido, buscado y editado tantas memorias y autobiografías, sino también en contribuir con su propia pluma al género, que ya ha dejado de "ralear" entre nosotros.

De un tiempo a esta parte han menudeado testimonios personales de algunos editores y estudios tan bien documentados como de fácil lectura sobre esa odisea que fue, en la España del siglo XX, producir libros. Borrás se sitúa más cerca de los que siguen con ojos críticos esta trayectoria que de los seducidos por la globalización editorial. Lo vemos, pues, más de la parte de un Schiffrin, cuando advierte del riesgo de una edición sin editores, o de un Zaid, preocupado por los demasiados libros, que de O. Cohen o Calasso, valedores de la posmodernidad editorial. Para él, parafraseando a Vázquez Montalbán, contra Franco "editábamos mejor, aunque no siempre ganásemos dinero" (pág. 253), pues "el libro sigue siendo el último reducto de la libertad, al margen de la industria editorial" (pág. 320).

Supongo que en la continuación de estas memorias este tema tendrá mayor protagonismo, por el periodo cronológico pendiente de tratar y la riquísima experiencia de Borrás en sus dos décadas con Planeta, después de haber pasado por una docena de empresas editoriales o de distribución y haber lidiado con la censura, de lo que nos relata episodios memorables. Porque en lo que se refiere a La batalla..., lo que más parece interesarle al autor es la política y la historia de la España que le tocó vivir. Reconoce que cuando tenía 20 años no era "un experto de nuestra historia más reciente (tampoco lo soy ahora)" (pág. 238), pero esta última afirmación bien puede ser puesta en cuarentena. Desde las primeras páginas Borrás, nacido en 1935, se ve como un españolito víctima de unas contradicciones de las que no es culpable y que está dispuesto a escuchar y comprender las razones del otro. En especial, le intrigan las trayectorias de los falangistas que luego se hicieron disidentes, entre los cuales Dionisio Ri- druejo le merece sincera admiración. Admiración que no le escatima a Serrano Súñer y que, frente al escaso aprecio con que recuerda a otros personajes como Areilza, hace extensiva a jóvenes del Movimiento. En este sentido, Borrás no se somete a lo políticamente correcto, y su fidelidad a determinadas figuras le lleva a reivindicar también el rango de escritores como Salisachs o Salom. Esa rebeldía contra el canon coincide con otra de sus pulsiones fundamentales, el republicanismo, tema de actualidad, y no sólo porque la dinastía Bush, con la que Borrás tampoco simpatiza, haya concretado para España, en el naciente orden mundial, el beneficio de una nueva presidencia de República.