Image: Los signos de la noche

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Ensayo

Los signos de la noche

Gonzalo Santonja

31 julio, 2003 02:00

Gonzalo Santonja. Foto: Cristina Sandeogracias

Castalia. Madrid, 2003. 228 págs, 17’90 euros

Gonzalo Santonja, un prolífico estudioso del mundo editorial y literario español, sobre todo del siglo XX, nos recuerda unas palabras, bien conocidas, de Azaña, que escribió que "en España la mejor manera de guardar un secreto es escribir un libro".

Si la frase sigue teniendo validez hoy día -y no hay motivos especiales para ponerlo en duda- él ha escrito uno, apasionante en algunos momentos, para contarnos la aventura, y aquí utiliza el argumento de autoridad de una cita de Manuel Bartolomé Cossío, de quienes intentaron hacer posible "una nueva España" a través del intento de "despertar el afán de leer" de los españoles. El único problema era que los españoles se habían arrojado ya al abismo de una lucha fratricida que terminaría por arruinarlos a todos aunque, a algunos, sólo moralmente.

La historia que se cuenta en este libro es, fundamentalmente, la historia de la edición de libros en el bando republicano durante la guerra civil. Una historia fuertemente inter- venida por la presencia del partido comunista en el Ministerio de Instrucción Pública (Jesús Hernández, no Uribe) desde septiembre de 1936 y en la que sobresale un personaje, Rafael Giménez Siles, protagonista de los esfuerzos de coordinación de una editora nacional en el bando republicano. Cuando la marcha de la guerra hizo inevitable el fracaso de la empresa en España, Giménez Siles transfirió esos recursos -vía notarial, eso sí- al escenario mexicano, en donde, antes de que se acabara el conflicto, había empezado a poner en marcha una red de edición y distribución que alcanzó a toda la América de habla hispana. Allí fundaría EDIAPSA y la cadena de librerías Cristal.

Para contarnos esa historia Santonja ha puesto en el libro una enorme erudición que, a veces casi parece tomar la forma de un fichero bibliográfico de los títulos que aparecieron durante la guerra, entreverada por una técnica literaria de fuerte carga personal -posmoderna podría decirse en términos de historiografía académica- para dejarnos un panorama lleno de colorido sobre el mundo editorial de aquellos años. Junto con expansiones íntimas -como esa inquientante promesa de escribir algún día sobre los herederos de los grandes personajes literarios-, pasajes poéticos como el del hombre descabezado que cruzaba las Ramblas barcelonesas, o escenas astracanadas como la del montaje fotográfico de un Valle-Inclán prisionero en su propia casa, simulando estar en la Modelo.

Un nuevo título en la rica bibliografía de un estudioso que ilustra con precisión los perfiles de la batalla de ideas que se libró en España en paralelo a la que se libraba en los frentes de combate.