Image: Alexander Korda

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Ensayo

Alexander Korda

Michael Korda

2 octubre, 2003 02:00

Cartel de Things to come, una de las más exitosas producciones de Korda

Traducción de Mónica Rubio. T&B. Madrid, 2003. 434 páginas, 21 euros

Aunque su cronología sea un poco más tardía, la biografía de Alexander Korda bien podría figurar entre las de otros patriarcas del capitalismo moderno, como Edison o Ford.

Como ellos, el húngaro Korda construyó su fortuna de la nada. De una nada, si cabe, más abismal e incierta que cualquier otra, pues el negocio al que éste aplicó su talento no fue otro que el cine, ese tráfico de intangibilidades. Tuvo Korda también la habilidad de tratar el dinero de otros como si éste fuera tan inmaterial como los sueños de celuloide que fabricaba. Sobre esas dos fantasías, cine y dinero, alzó un verdadero imperio unipersonal, desde el que comandó al menos dos renacimientos sucesivos del cine británico, controló la United Artists y emprendió un sinfín de empresas de menor fuste. A la sombra de Alexander hicieron sus respectivas carreras los otros dos hermanos Korda, el cineasta Zoltan y el reputado director artístico Vincent, padre del biógrafo.

De cine, en realidad, se habla poco en este libro, lo que no es óbice para que el lector saque sus propias conclusiones sobre los motivos por los que el cine británico, pese a sus sorprendentes muestras periódicas de vitalidad y creatividad, no ha logrado levantar cabeza prácticamente desde el final del periodo mudo: la tarea de magnates como Rank o el propio Korda no fue otra que gestionar un grandioso naufragio, del que sobreviven una cierta conciencia de tradición y un puñado de nombres y títulos (alguno de ellos, por cierto, mal identificado en la versión española de este libro: así, Sanders of the River -1935-, de Zoltan Korda, se llamó en español Bosambo, y no Inquietante suceso en Gonda, que no es sino un dudoso remake de 1963). Indirectamente, el lector deduce también por qué no fueron las lujosas producciones de Korda las que proporcionaron verdadera gloria al cine inglés, sino otras más modestas, nutridas de historias contemporáneas.

Lo que no impide, en fin, que la vida del productor Korda y las de quienes estuvieron a su sombra tengan la pompa y fasto típicos de las de los verdaderos triunfadores. A ello se aplica preferentemente la lucidez e ironía del biógrafo, poseedor también de un indudable talento para el reportaje histórico-político, como demuestran sus crónicas sobre la brutal dictadura de Horthy o la breve "primavera de Budapest" de 1956. La Historia, dice, enseñó a los Korda a despreciar aquellas riquezas que no pudieran llevarse en el bolsillo en caso de crisis. Y algo de esa angustiosa ligereza tiene la grandiosa pompa de jabón sobre la que sir Alexander reinó hasta su muerte.