Juan Negrín. La República en guerra
Ricardo Miralles
16 octubre, 2003 02:00Juan Negrín
Salvo en las fechas de nacimiento y muerte (1892-1956), dice con sorna Ricardo Miralles al comienzo de esta biografía, en todo lo demás difieren los políticos e historiadores que se han ocupado del último presidente de gobierno de la II República.Defendido con matices por prestigiosos analistas españoles (Tuñón, Marichal) y extranjeros (Vilar, Southworth) y detestado por muchos más, desde sus propios compañeros de filas (Largo, Prieto, Besteiro, Araquistáin) hasta múltiples protagonistas o estudiosos de la guerra civil (Gorkin, Bolloten), la figura política del doctor Negrín no deja a nadie indiferente.
Tres son las grandes acusaciones que se le imputan: primera, la de ser uno de los principales responsables de la división interna del PSOE, tanto en la guerra como en el exilio; segundo, y mucho más importante, la de venderse a Moscú (con el famoso asunto del oro de por medio) y entregar la República a los comunistas; por último, la de haber prolongado innecesariamente la guerra, hasta la catástrofe final, con su obstinada consigna de resistencia a ultranza. Consciente de que ante gobernante tan polémico, dijera lo que dijese, su retrato nunca lograría satisfacer a todos, Miralles coge el toro por los cuernos, a sabiendas de que el Negrín de pulso firme, el líder digno y oportuno que emerge de estas páginas irritará a muchos a ambos lados del espectro político. Para expresarlo en los términos simplificados que una reseña de estas características demanda, el biógrafo absuelve a su personaje de los principales cargos: echa sobre Largo Caballero primero, y Prieto después, gran parte de la culpa en el fraccionamiento del PSOE; sobre el mismo Largo, otra vez, la responsabilidad en el comienzo de bolchevización del partido, con la introducción de comunistas en el gobierno; y, por último, considera que su determinación de resistir hasta el final era la alternativa política más realista, dadas las circunstancias.
No se piense, sin embargo, que estamos ante un simple panegírico o un panfleto pro Negrín. En todo caso, el autor estaría en todo su derecho de tratar de rescatar la figura del dirigente republicano de las invectivas que le lanzaron unos y otros. Pero lo cierto es que Miralles da además cabida en sus páginas a otras interpretaciones no coincidentes con la suya, proporciona muchos datos que hablan por sí solos (aunque Negrín no obedeciera a los comunistas resulta patente la convergencia durante la guerra entre aquél y éstos, por ejemplo) y, en fin, no hurta las aristas del individuo (desabrido, rudo, pasional y depresivo) y sobre todo del gobernante (autoritario, terco, personalista).
Surge así un político de raza, un socialista ecléctico y pragmático, un dirigente enérgico, un estadista jacobino, al que le toca lidiar con una de las etapas más complicadas de nuestra historia reciente. Como mejor se perfila el personaje es comparándolo con el otro gran protagonista, en su propio bando, de los avatares republicanos: frente al presidente de la República, un Azaña teórico, escrupuloso, idealista y reflexivo, el jefe de gobierno es un hombre de acción, cínico, realista e impulsivo. La conclusión que puede extraerse es que resulta fácil en teoría o desde la distancia criticar a Negrín; pero un examen pormenorizado muestra que tuvo que moverse en una coyuntura dificilísima y con un estrecho margen de maniobra. El capítulo dedicado a las fallidas gestiones diplomáticas de la República es bien explícito al respecto. Miralles dice que Negrín es "un enigma, el gran desconocido de nuestra guerra civil". Aunque a lo largo de este ensayo el lector pueda discrepar de algunas interpretaciones y de los trazos con que se presentan determinados hechos y personajes, lo incuestionable es que tras la lectura de estas páginas el controvertido estadista queda bastante rescatado de las sombras. No tanto en su compleja personalidad (porque su archivo es aún inaccesible), como en su trayectoria política. Tal ha sido el objetivo fundamental de Miralles y su obra lo cumple sobradamente. Es un episodio apasionante de la vida española.