Image: Mortal de necesidad

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Ensayo

Mortal de necesidad

Ángel Gabilondo

4 diciembre, 2003 01:00

Ángel Gabilondo. Foto: Mercedes Rodríguez

Abada editores. Madrid, 2003. 198 páginas, 16 euros

Uno de los grandes temas de la filosofía del siglo XX, presente sobre todo en las filosofías de la existencia (Jaspers, primer Heidegger, Sartre) lo constituye la reflexión sobre nuestra condición mortal. O la meditación sobre el carácter intrínseco que la presencia de la muerte posee en relación con nuestra común condición y con la conciencia que de ella podemos tener.

La más importante, quizás, obra filosófica del siglo veinte, Ser y tiempo, se halla polarizada toda ella por el célebre Sein zum Tode, o "ser relativo a la muerte", que define y determina lo que somos, y que da orientación y sentido a una condición, la nuestra, que se caracteriza por el cuidado de nosotros mismos, de nuestros próximos, de nuestro mundo, en referencia a ese fin que se nos impone como una necesidad; ese fin inexorable, que es también, o puede ser, finalidad: norte u oriente; ese fin lo constituye la muerte. Una muerte que, a la vez, puede sernos propicia y fecundante (si sabemos "salir al encuentro" de ella, según expresión heideggeriana), o bien sumirnos en la esterilidad y en el desánimo por su carácter desasosegante, o por el temor y temblor que puede suscitar.

Vivir es aprender a morir, decía el gran Platón de su diálogo Fedón, atendiendo a una recreación -de ficción- de la muerte de su querido maestro Sócrates. De hecho, ese gran tema del siglo veinte evoca de nuevo la figura fundacional griega que constituye esa constelación de escritura cuyos nombres propios son Sócrates y Platón. Y con todo esto voy evocando ya muchos de los temas que el lector de este libro de ángel Gabilondo, Mortal de necesidad, puede encontrarse en sus páginas.

El tema de la muerte suscita también el tema de ese cuidado de la propia alma de que habla Sócrates en la Apología, y que llega hasta la cura sui traducida por Heidegger como Sorge; o incluso hasta el célebre souci de soi de la Historia de la sexualidad de Michel Foucault. Y es que junto a la muerte se nos descubre, con nuestro natural mortal -mortal por necesidad-, también ese cuidado que nos es propio; cuidado respecto a la propia vida, y a la salud y enfermedad en que transcurre. Ese cuidado de la propia vida en vistas a una salud deseable, deseada, coloca a su vez esta dualidad entre salud y enfermedad en primer plano. En torno a todos estos temas, de calado filosófico, va urdiendo su discurso Gabilondo en este libro, en el que, como es en él habitual, inicia su recorrido siempre en tierras platónicas, sobre todo en ese gran diálogo que es el Fedón, en el que se asiste a la muerte de Sócrates, iniciándose esa meditatio mortis que llega, Cicerón y Montaigne mediante, hasta la modernidad; hasta las importantes reflexiones sobre la muerte del joven Hegel, y del Hegel de la Fenomenología del espíritu, o del Hülderlin de La muerte de Empédocles; y sobre todo hasta la analítica de Heidegger, y los debates que desencadena (Gadamer, Levinas, etc.)

Igual que en su anterior libro La vuelta del otro, Gabilondo accede a un asunto candente de la filosofía contemporánea a partir de un recorrido por la tradición, en la cual no se arredra en repensar y recrear los más cuestionados clásicos del reciente canon filosófico (así Platón, o Hegel, grandes "villanos" de la filosofía de las últimas décadas del siglo veinte.)

Gabilondo sabe muy bien cómo releer los aspectos más extraordinarios de Platón, de Hegel; es más, uno de los méritos de este libro consiste, precisamente, en internarse en los aspectos que a una lectura superficial pueden ser los más extraños o inaceptables de estos grandes pensadores. Las páginas en que el autor se orienta para repensar la idea del alma inmortal, y de la separación del alma y del cuerpo en el Fedón, o bien las subsumciones de lo singular en lo universal en Hegel acreditan una honradez analítica que no se frena ante la dificultad, sino que es espoleado por ésta para alcanzar la comprensión cabal de lo que en esas formas, que pueden parecernos extrañas, o incluso aberrantes y monstruosas, quiere pensarse.

Este libro es un ejemplo de la interpretación de las propias tradiciones histórico-filosóficas guiada por el afán y el deseo de reencontrarse con los clásicos, recreando lo más vivo y sustancial de sus ideas; una suerte de avance en comprensión, y en sentido de la hermenéutica, de una tarea que se limite a des-edificar esas construcciones, sin acertar a reencontrarse con ellas a través de la comprensión recreadora.

Es un acierto del libro la convocatoria de varios pensadores que confluyen en el mismo núcleo problemático: Montaigne, Cicerón, el gran Platón del Fedón, del Fedro y del Banquete, el Hegel lector de Platón y pensador de la muerte, y por fin los clásicos del siglo veinte sobre esta condición mortal que nos constituye (sobre todo el Heidegger de Ser y tiempo.)