Image: Imitación y experiencia

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Ensayo

Imitación y experiencia

Javier Gomá Lanzón

11 diciembre, 2003 01:00

Javier Gomá Lanzón. Foto: Oriol Tarridas

Prólogo de J. Muguerza. Pre-Textos. Valencia, 2003. 414 págs., 24’03 euros

Es bien sabido que no todos los libros de los que, de acuerdo con una socorrida fórmula, se dice que vienen a "colmar una laguna" cumplen efectivamente tal función.

El admirable estudio que dedica Gomá a la imitación lo hace con creces. Será muy difícil poder seguir hablando tras él de la ausencia en la bibliografía internacional de una "historia integral y completa" de tan decisiva idea. Una idea, la de imitación, que al igual que la de Ser, recorre el pensamiento europeo, desde el periodo preplatónico a sus últimas concreciones en la filosofía social (Adorno) y en la crítica del texto literario de la segunda mitad del siglo XX. A su sabia y amena reconstrucción histórica de la idea y de la realidad de la imitación, Gomá añade una idiosincrásica teoría general de la misma compuesta de una metafísica y una pragmática. Roturando así algunas de las vetas más profundas y menos explícitas de la cultura occidental, ha ido más lejos, pues, de lo que en su día llegaron a hacerlo Auerbach en su Mimesis, o Lukács en el segundo volumen de su Estética, dedicado a "problemas de la mímesis".

La minuciosa reconstrucción analítica de las tres clases, fuertemente relacionadas entre sí, de imitación "premoderna" vigentes hasta el XVII -la imitación estética de la naturaleza, la imitación metafísica de las Ideas y la imitación técnico-retórica de los Antiguos en las diferentes fases del Renacimiento- y de la estructura común a ellas subyacente, esto es, la relación modelo-copia, que Gomá eleva, como el realismo metafísico a ella correspondiente, a la categoría de estructura fundamental normativa de la cultura premoderna, ocupa un lugar estratégico central en la economía global del trabajo. Pero lo mismo cabe decir de la no menos brillante, aunque algo más problemática, reconstrucción de la crítica "moderna" al primado de la imitación desde la perspectiva configurada por nociones "nuevas" de tan singular protagonismo como las de consciencia y sujeto legislador, libre y autónomo, en cuyo haber habría además que apuntar la progresiva sustitución de la vigencia normativa del modelo por la apelación tenaz al progreso, a la creatividad sin límites y al cambio. De la veneración, en fin, del pasado, por la utopía del futuro. Nada que objetar. Y, con todo, tampoco parece posible ahuyentar la sospecha de que tal vez conviniera preguntarse -más allá de toda interpretación literal inmediata y alicorta de la famosa "subjetivación moderna de lo real"- por el significado profundo, por ejemplo, de la máxima baconiana según la cual "a la naturaleza sólo se le vence obedeciéndola". Y, sobre todo, por su operatividad histórico-concreta efectiva y sus consecuencias en el trabajo científico y en la reflexión metacientífica. ¿Acaso el constructivismo moderno no hizo suyas, mimetizándolas, las legaliformidades de la realidad? ¿Y no es esto lo que ha permitido la construcción de esa "segunda naturaleza" que es, a la vez, cultura, por parte de la tecnología moderna?

Con la crisis de la Modernidad y de sus filosofías habrían ido surgiendo "nuevas formas de pensar", según Gomá. Entre ellas, una cuarta clase de teoría de la imitación: la teoría de la "imitación moral de prototipos", de ejemplos morales señeros, aunque concretos: "el modelo es ahora una persona libre y creadora, no un canon intemporal prefijado; la copia es igualmente un sujeto libre y creador, no una réplica inerte.... ahora cada uno de los elementos conserva su autonomía y su individualidad y lo que se ofrece a la imitación es la conducta y el ser del prototipo". Finalmente, el autor expone su propia teoría. Una teoría de la imitación, vinculada a este "retorno", que más allá del giro lingöístico descubre "una nueva forma de concebir el ser (metafísica) que demanda una acción (pragmática)" y de la que la experiencia de la vida es a un tiempo columna vertebral y sustento. ¿Una nueva variante de las éticas consecuencialistas de raigambre aristotélica que tanto parecen seducir hoy a algunos? Tal vez sí, tal vez no. No estaría de más debatirlo, siquiera sea como homenaje a la audacia de Gomá.