Image: Cómo pensar el cine

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Ensayo

Cómo pensar el cine

S. Liandrat-Guigues y J.L. Leutrat

18 diciembre, 2003 01:00

Laurence Olivier como Hamlet

Cátedra. Madrid, 2003. 182 páginas, 11 euros

En algún lugar de este libro se constata que, a diferencia de lo que ocurre con la pintura, la literatura o la música, cualquiera se atreve a hablar de cine.

Aparentemente, todo el mundo sabe qué es el cine, cuáles son sus mecanismos, qué hitos destacan en su breve historia. Sin embargo, basta abordar con un poco de rigor los tópicos más comunes entre profanos y entendidos para llegar a la desoladora conclusión de que, en realidad, sobre el cine no sabemos casi nada, y lo poco que damos por seguro es altamente dudoso y está sujeto a constante revisión.

Para empezar, los pocos pensadores que se han ocupado del cine no acaban de ponerse de acuerdo sobre su naturaleza. Para unos, el cine es escritura: lo que el espectador percibe es una mera sucesión de signos gráficos. Para otros, en cambio, lo percibido no es tanto una serie de imágenes como el "discurso" que estas imágenes suscitan en la mente del espectador. Para estos últimos, nunca ha existido un cine verdaderamente "mudo", como para otros nunca ha existido un cine privado de colores: el blanco y negro tenía sus propios mecanismos para evocar la idea del color. Tampoco existe una historia del cine propiamente dicha, sino una sucesión de muertes (normalmente aparejadas a innovaciones técnicas que trastornaban gravemente los modos de trabajo existentes) y renacimientos en los que se trataba de recuperar alguna de las esencias presuntamente perdidas. Hay incluso quien considera que el cine propiamente dicho ha cubierto ya su ciclo vital, y que, como la ópera, no le queda más que sobrevivir en reposiciones más o menos ritualizadas. Igualmente problemática es la suerte que han de correr ciertos tipos humanos relacionados con el cine, tales como el "cinéfilo" o el crítico. Al primero se le reconoce el mérito de haber aportado, en un momento dado, la pasión necesaria para que el cine alcanzara el reconocimiento que merecía. Al segundo se le achaca su parte de culpa en el afianzamiento y difusión de muchos de los tópicos que nos ocultan la verdad problemática y escurridiza del llamado (cosa también sujeta a discusión) "séptimo arte"...

De estas y otras cuestiones igualmente paradójicas se ocupa este libro hecho de muchas preguntas y de muchos esbozos de respuestas, algunas a cargo de filósofos como Gilles Deleuze o críticos de cine de la talla de André Bazin o Serge Daney. Al lector (a este lector, al menos) le queda la impresión de que, si alguna vez se ha atrevido a pontificar sobre cine, aunque sea entre amigos, no ha hecho sino cometer una grave imprudencia. Y no estaría mal que muchos pretendidos expertos se dieran por advertidos.