Image: El siglo de Euskadi

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Ensayo

El siglo de Euskadi

J. L. de la Granja

18 diciembre, 2003 01:00

Tecnos. 396 pp, 17’50 e. Coro Rubio: La identidad vasca en el siglo XIX. Biblioteca Nueva. 476 pp 21’50 e. Edurne Uriarte: Cobardes y Rebeldes. Temas de Hoy. 285 pp, 17 euros

La gravedad del debate político provocado por el nacionalismo vasco, que ha llegado en estos días a una propuesta que trata de socavar las bases fundamentales de la convivencia de la sociedad española, no ha dejado indiferente al mundo académico vasco que, dicho sea de paso, es un mundo que surgió, casi en su totalidad, con la libertad política que empezó a disfrutarse en España tras la muerte del general Franco.

En el ámbito de las tres provincias vascas sólo existía una universidad privada, especialmente orientada hacia los estudios jurídicos y empresariales, mientras que ahora se cuenta con la totalidad de las facultades universitarias, con el consiguiente aumento de profesores que, desde disciplinas diversas, han reflexionado sobre el fenómeno nacionalista.

Lo primero que llama la atención es la rápida respuesta de esos sectores académicos a los retos de interpretación histórica que planteaba el fenómeno nacionalista que, hasta entonces, parecía tarea exclusiva de historiadores extranjeros, como Payne, que habían ofrecido síntesis meritorias pero no muy profundas. De ahí que los trabajos de Elorza (1978), de Corcuera y de Fusi, ambos de 1979, tuvieran el mérito añadido de crear nuevos marcos de interpretación y, a la vez, actuar como estímulo de otras investigaciones que han ido tocando casi todos los aspectos del fenómeno nacionalista.

Junto a esa pronta respuesta, no es menos reseñable la relativa homogeneidad de la investigación histórica que procede del mundo académico vasco y que permite afirmar que se ha mostrado muy poco receptivo a los postulados de la propaganda nacionalista, a pesar de que esta se haya realizado muchas veces desde la posición de fuerza, y de las posibilidades de presión, que supone la prolongada presencia de nacionalistas en los órganos de gobierno autonómicos.

Esta realidad es mucho más que la simple constatación de la independencia de criterio del investigador y se sitúa muy cerca de la frontera del auténtico valor cívico, dadas las condiciones en que transcurre la vida diaria en aquellas tierras. Lo que se escribe sobre la realidad y el pasado vasco no es una simple opinión respetable y puede traer complicaciones desagradables para quienes lo firman. En esas circunstancias no deja de ser estimulante que los académicos vascos mantengan un alto ritmo en la producción de sus reflexiones sobre el fenómeno nacionalista, que se desarrolló tras la conversión de Sabino Arana al nacionalismo militante en 1882. El centenario de su muerte, que se ha cumplido hace días, ha renovado el debate sobre su figura.

Se acumulan ahora en la mesa del comentarista tres libros, de muy diferente concepción, pero que son expresión del fenómeno historiográfico que venimos aludiendo. El primero de ellos -ordenados con un criterio cronológico de los fenómenos que abordan- es el trabajo de la profesora Rubio Pobes sobre la gestación de una identidad colectiva vasca en el XIX, con una especial atención a los ingredientes de esa identidad, entre los que subraya la defensa de los fueros, el catolicismo de los vascos, la articulación de un doble patriotismo al País Vasco y a España, el cultivo de una historia y una cultura propias, y el fortalecimiento del euskera.

José Luis de la Granja, catedrático de la Universidad del País Vasco, ha reunido en este volumen 17 artículos publicados anteriormente que revelan su larga dedicación a los temas nacionalistas del siglo XX y que es una suerte encontrar aquí reunidos con una notable coherencia. Arrancan con una semblanza de Arana, figura a la que se presta especial atención, aunque el autor manifiesta su clara preferencia por el nacionalismo democrático que representaron José Antonio Aguirre y Manuel de Irujo. El texto de Granja puede ser reiterativo en ocasiones, pero nunca está falto de claridad ni de capacidad de sugerencia.

El volumen de la también catedrática Edurne Uriarte es un nuevo ensayo, desde la ciencia política, sobre la respuesta que la sociedad vasca, y la española, deben dar al terrorismo. Su lenguaje directo y sus análisis contundentes tienen un casi inmediato efecto movilizador. Quizás ella, por la rotundidad de su compromiso personal, sea la más conocida de todos estos autores, pero la coincidencia de todos ellos en el rechazo de los esencialismos nacionalistas, y del carácter inventado de sus tradiciones, nos permiten confiar en la buena salud de la historiografía vasca hecha por vascos.