Image: Nixon: la arrogancia del poder

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Ensayo

Nixon: la arrogancia del poder

Anthony Summers

15 enero, 2004 01:00

Nixon fue el primer presidente norteamericano que viajó a la China comunista, en 1972

Trad. Inma Gutiérrez Hermosa. Península. Barcelona, 2003. 720 págs, 28’95 euros

Las incursiones en la sede del Comité Nacional Demócrata, en los apartamentos Watergate de Washington D.C., por agentes de la Casablanca en la primavera de 1972 para fotografiar 2.000 documentos e instalar micrófonos de escucha se ordenaron para descubrir lo que los demócratas sabían sobre Nixon y, en palabras de Summers, para "destruir al Partido Demócrata y a su presidente", Lawrence O’ Brien. En una de sus últimas entrevistas, Nixon reconocía que no iba a pasar a la historia ni como el primer presidente americano que visitó China ni como quien gobernaba EE.UU. cuando el hombre pisó la Luna. Siempre iba a ser el "hombre del Watergate", y pedía "un poco de caridad a la Historia".

Cuando leí la primera edición en inglés, The Arrogance of Power: The Secret World of Richard Nixon (Baror Int., 2000), rescaté de mi librería The arrogance of power, el tercer y el mejor libro escrito por el senador J. William Fulbright en el año 1966, y los comparé.

A primera vista, nada que ver. El gran liberal demócrata denunciaba los riesgos de confundir la razón con la fuerza. Al leer ahora su excelente traducción al castellano por Inma Gutiérrez, veo un paralelismo extraordinario: J. William Fulbright describía la corrupción imperialista de los Estados Unidos; el ex corresponsal de la BBC Anthony Summers, con la ayuda de Robbyn Swan, describe la corrupción de su trigésimo séptimo presidente, Richard Nixon, casi desde la cuna hasta su muerte, en 1994, veinte años después de verse obligado a dimitir por el asalto a la sede demócrata en las elecciones de 1972, conocido como el escándalo Watergate.
Al final de las 718 páginas -prólogo, 33 capítulos, 78 páginas de notas y 12 páginas de bibliografía- de la edición española, nos queda la imagen de unos Estados Unidos que se distinguen muy poco de los países que George Bush hijo ha incluido desde el 11 de septiembre de 2001 en su eje del mal. Con razón, en su crítica para el New York Times, Christopher Hitchens calificaba de "estado paria" el país retratado por Summers y Swan a través de la vida de Nixon. Aunque los autores prometen en el prólogo ofrecernos "todas las facetas" de Nixon, su investigación, enriquecida con nuevos documentos del FBI y más de mil entrevistas, se centra casi exclusivamente en la faceta psicológica de Nixon: un hombre amargado, maníaco depresivo, mentiroso impenitente, inmaduro con las mujeres, virgen hasta los veintisiete años, amigo íntimo de mafiosos, cruel con su familia, provocador compulsivo, apasionado por las conspiraciones, obsesionado con los comunistas, los liberales, los periodistas, Castro y los Kennedy, y adicto al antiepiléptico dalentin (fenitoina), que, mezclado con una o dos copas, es una bomba de relojería. En palabras del doctor Arnold Hutschnecker, el psicoterapeuta que lo trató desde los años 50 hasta su muerte, la clave del problema fue su madre, la estricta cuáquera Hannah. "Estaba totalmente asfixiado", dice el doctor en una de sus confesiones tras la muerte de Nixon. "Su madre fue su ruina".

Summers y Swan no inventan nada. En cada acusación citan las fuentes. Lo probado lo dan por probado y los rumores los presentan como rumores. El resultado es la historia de un político sin escrúpulos que supeditó todo a la conquista del poder. Apoyó y usó, en sus comienzos, a McCarthy y su caza de brujas. Tuvo hasta su muerte vínculos muy estrechos con algunas de las principales familias de la mafia. A cambio de millones de dólares para sus campañas, apoyó a la Junta Militar griega, al dictador cubano Batista, al saudí Kashoggi y a los Marcos, al loco multimillonario Hughes y al Sha de Persia. Amigo y protegido de Hoover, que dirigió el FBI durante medio siglo, Nixon vivió, desde sus años de vicepresidente de Eisenhower, "desesperado por mantener en secreto las conspiraciones contra Castro". Haldeman, su brazo derecho en la Casa Blanca, atribuye esa obsesión en sus memorias al convencimiento de Nixon de que el asesinato de Kennedy fue la respuesta a aquellas conspiraciones. La historia aún no ha dicho la última palabra pues quedan miles de documentos sin desclasificar. Salvo ley en contra, los archivos del Comité de Actividades Antiamericanas seguirán sellados hasta 2026.

Desde su dimisión hasta su muerte Nixon trabajó incansablemente para limpiar su imagen, consolidar su sueño de estadista y borrar su trágico final en la Casablanca. La mejor prueba de su éxito es su propio funeral, al que asistieron cuatro de los cinco presidentes o ex presidentes : Ford, Reagan, George Bush padre y Bill Clinton. Sólo faltó Carter. Desde su destierro en el rancho de San Clemente, Nixon asesoró a dictadores y demócratas de medio mundo, y escribió nada menos que siete libros, algunos de ellos imprescindibles para entender las facetas de Nixon que Summers y Swan ignoran: RN: Memoirs of Richard Nixon, The Real War, Leaders, Real Peace, No More Vietnams, Nineteen Ninety-Nine, and Beyond Peace.