Alfonso XIII. Un político en el trono
Javier Moreno Luzón
29 enero, 2004 01:00Fotografía inéditas del rey, en 1923, cuando regresa a Madrid tras el golpe de Primo de Rivera
Alfonso XIII sigue interesando a los españoles, y no sólo a historiadores y especialistas, como demuestran las numerosas publicaciones actuales que tienen a su persona como centro de atención y, sobre todo, las polémicas que continúan desatando sus actitudes privadas y públicas.Un personaje odiado o enaltecido, como recuerda en el mismo frontispicio de esta obra una oportuna cita, pero que raramente genera indiferencia. Una disparidad de opiniones que se traslada, como no podía ser menos, a la valoración global de un reinado que todos perciben, en eso sí hay coincidencia, como decisivo en la configuración de la España contemporánea. Según confiesa su editor, Javier Moreno, este libro nace precisamente de la insatisfacción generada en ciertos medios por el tratamiento que otorgan algunos estudios recientes a la trayectoria política del monarca. Aunque en principio no se citan explícitamente nombres, páginas más adelante, en una magnífica síntesis sobre la bibliografía disponible, el propio Moreno deja claro que la obra que coordina desea distanciarse tanto de la actitud comprensiva (Tusell y aún en mayor medida Seco Serrano) como de la crítica despiadada en la línea de Blasco Ibáñez, que hoy representaría por ejemplo Rafael Borràs.
No se piense por ello que nos encontramos ante una búsqueda de equidistancia o justo medio. Lo que este libro ofrece es una mirada plural en un doble sentido: el más obvio se refiere a la nutrida relación de autores, doce reputados analistas que, cada cual desde su atalaya, examinan la actuación de la Corona; y en segundo lugar, un fecundo muestrario temático, porque se intenta situar al rey en su contexto para fiscalizarlo en sus múltiples facetas: presidiendo los consejos de ministros, lidiando con los jefes del turno, dirigiendo la política exterior, confraternizando con los militares, dejándose impregnar por el ambiente de la corte o incluso siendo rehén de su carácter populista.
Esta última referencia conduce a una aclaración impostergable: la vida privada del soberano (desde sus gustos particulares a las vicisitudes afectivas) aparece aquí tan sólo en la medida en que resulta a veces impres- cindible para entender determinadas decisiones que trascienden dicho ámbito, pero nada más. En este sentido, la obra es completamente fiel a su título: se enjuicia al rey por lo que él mismo quiso ser por encima de todo, un político en el trono, un político de raza se podrá añadir, hijo de su época,con las virtudes y defectos de muchos de los prohombres del momento.
Con las inevitables diferencias de matiz y énfasis los diversos capítulos trazan un perfil coincidente del alto dignatario: regeneracionista, patriota a su manera, intuitivo, cordial, "moderno", bienintencionado en sus directrices, pero también impulsivo, engreído, superficial, indiscreto, manipulador, arbitrario y militarista, por citar los atributos que con mayor frecuencia se le adjudican.
No se trata tanto de ver cómo influyeron estos rasgos en la política general, ni de establecer un balance de pros y contras de la personalidad regia, sino de algo más profundo que subyace a casi todos los análisis que aquí se efectúan: lo que en verdad interesa dilucidar es si la España de la época requería un trono politizado a ese nivel y de esa manera, o más bien una figura moderadora que sirviera de contrapeso a los políticos y que transformara el resabiado régimen liberal en un sistema democrático y auténticamente parlamentario.
Como esta evolución no se produjo, y como el propio monarca tuvo que salir precipitadamente hacia el exilio, es fácil dictaminar desde aquí y ahora que el fracaso de Alfonso XIII fue completo. Sin embargo, una de las virtudes del libro es que siendo, como se ha podido colegir, bastante crítico con el gobernante y su trayectoria política, no pierde de vista la complejidad del marco histórico ni pretende pronunciar sentencias. La Corona fue responsable sin duda de su propio naufragio, por su evolución ideológica y sobre todo por su apoyo de hecho a la dictadura de Primo, pero ni mucho menos cabe atribuirle la única responsabilidad. Restituirnos así la silueta de don Alfonso, con todas sus luces y sombras, sobre el fondo de aquel convulso período, es una de las grandes aportaciones de esta obra.