Image: Terror en Chechenia

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Ensayo

Terror en Chechenia

Anna Politkovskaya

5 febrero, 2004 01:00

"No hay una sola familia que no haya perdido dos o tres de sus miembros". En la imagen, un soldado checheno se defiende de los francotiradores ante el Palacio Presidencial. Foto: Archivo

Ediciones del bronce. 256 págs, 20 euros. Una guerra sucia. RBA. 384 págs, 21 euros

Boris Yeltsin permitió que centenares de periodistas informaran con relativa libertad de la primera guerra de Chechenia (1994-1996), y la perdió. Imponiendo una férrea censura sobre la segunda, desde 1999 Vladimir Putin ha ocultado el infierno checheno a los rusos y al mundo.

Jugándose en ocasiones la vida, Anna Politkovskaya, del periódico liberal ruso "Novaya Gazeta", ha roto ese muro de silencio y se ha convertido en una de las escasas voces independientes sobre la última guerra abierta en Europa. Una guerra sucia (RBA) y Terror en Chechenia (Ediciones del Bronce), publicados en el último cuatrimestre en España, recogen más de cien de sus mejores reportajes y entrevistas sobre el conflicto desde julio del año 1999 hasta mayo de 2002.

Mejor organizado y editado el primero que el segundo, los dos tienen un formato similar. Anna Politkovskaya, licenciada en periodismo en la Universidad de Moscú en 1980, se inició en "Izvestia", pasó luego a los semanarios "Megapolis Express" y "Obschaya Gazeta", y entró en contacto con la tragedia del Cáucaso desde Moscú, cubriendo tribunales, prisiones y refugiados.
Su dominio del reportaje corto roza la perfección: estilo directo, contados adjetivos, tensión, buenas citas, drama, contraste, interés humano a raudales, sin pasarse jamás en color o efectos, las anécdotas necesarias... Sin pontificar, deja que los personajes hablen y, aunque mantiene la distancia suficiente para que todos cuenten su versión, se convierte en el principal defensor (uno de los pocos que quedan) de las víctimas. Nadie sabe cuántas son. Moscú no ha actualizado sus bajas desde diciembre de 2002, cuando reconoció cuatro mil quinientos setenta y dos soldados muertos y quince mil quinientos cuarenta y nueve heridos desde el 1 de octubre de 1999.

Los separatistas denuncian en su agencia oficial, Chechenpress, la muerte de treinta mil a ochenta mil civiles y la desaparición de otros treinta y seis mil. El principal órgano de propaganda del ala más radical checheno, Kavkav Center, sitúa en treinta y cinco mil los soldados rusos muertos y en más de cien mil los heridos. Chechenia tenía antes de la guerra ochocientos mil habitantes."No hay una sola familia que no haya perdido a dos o tres de sus miembros", declaraba recientemente al "Washington Post" el cirujano checheno Jassan Bayev, refugiado con su familia en los EE.UU. tras ser amenazado varias veces de muerte tanto por los militares rusos como por los rebeldes. Su delito fue intentar salvar a todo el que llegaba herido a su clínica.

No es fácil leer de un tirón a Politkovskaya, premiada ya con el Pen Club International 2002 y el Periodismo y Democracia 2003 de la OSCE. Los abusos, asesinatos, matanzas indiscriminadas, torturas, secuestros, destrucción de casas, ocultación de pruebas, mentiras, cadáveres en venta y corrupción sin límite que denuncian sus entrevistados superan todo lo imaginable y justifican con creces el título original del primero de los libros: descenso al infierno.

El origen de ese infierno se remonta al siglo XVIII. Un pastor, el jeque Mansur, tuvo en jaque durante años a las huestes de Catalina la Grande y el general Yormolov, psicópata a las órdenes de Alejandro I, deportó, mató, violó y quemó hombres y casas para someterlos al imperio. Grozni (que significa terrible) la fundó él en 1918. Las limpiezas étnicas se han sucedido desde entonces cada una o dos generaciones. Las de hoy, que Putin justifica como parte de la guerra contra el terrorismo internacional, se diferencian poco o nada de las de Stalin y los zares.