Image: Palabra de vasco

Image: Palabra de vasco

Ensayo

Palabra de vasco

Santiago González

11 marzo, 2004 01:00

Santiago González. Foto: Espasa

Espasa, 2004. 324 páginas, 18 euros

El gusto que suele mostrar el poder político por la manipulación del lenguaje no es en sí mismo ninguna novedad. Ya lo decía el viejo Esopo en sus Fábulas: "¿Qué hay en la vida más útil o importante que la lengua? Por la lengua se enderezan los Estados".

El hispanista John Elliott dedicó un penetrante estudio (Lengua e Imperio en la España de Felipe IV, Salamanca, 1993) precisamente a ese asunto: la importancia de la lengua en la propaganda imperial, en la que palabras como gravedad, monarquía o reputación convenientemente acompañadas de emblemas y retórica varia enderezaban a su modo el aparato ideológico del Imperio. Y bien, esto es lo que ha hecho ahora Santiago González: con ironía y humor analiza ese "lenguaje distraído, pervertido, agónico, ambiguo y encubridor" propio del discurso nacionalista vasco. Hay regímenes políticos que, por la particular circuns- tancia de sus intenciones o finalidades, tienden a una exitosa manipulación lingöística o creen que con ella amoldan convenientemente la realidad.

Nadie ha sabido en nuestros días percibir esto mejor que Big Brother, ese omnipresente personaje de la novela 1984, e inventor de un "doble lenguaje" en el que el Ministerio de la Paz se dedicaba a organizar la guerra y el Ministerio de la Verdad a difundir noticias falsas. George Orwell, el autor de la novela, no inventó nada sino que parodió las manipulaciones lingöísticas propias de la época de la II Guerra Mundial llevadas a cabo, principalmente, por el régimen nazi y por el de Stalin, dos ejemplos magistrales de cómo se puede manipular el discurso desde el poder establecido, siempre para su provecho, a modo de homilía a la que los ciudadanos se acaban acostumbrando y, todavía peor, a la que se aficionan de modo que no hay para ellos otro mundo posible que el que esas palabras y mensajes les brindan.

Vagamente, el libro de Santiago González recuerda a los diarios de Víctor Klemperer sobre el lenguaje del Tercer Reich. No es un parecido caprichoso: hay un dato que puede resultar sintomático: Mi Lucha es un libro de "pensamiento" (les pido disculpas) que vendió en Europa, en un plazo muy breve, la nada despreciable cantidad de once millones de ejemplares y sus ramificaciones en lo que respecta a la retórica como a los usos lingöísticos y comunicativos están más extendidas de lo que parece en el discurso general de los nacionalismos; reaparecen en España, pues, no por casualidad. Puede resultar repelente a primera vista, pero es así: la moda de "germanizar" el discurso y la lengua (por ejemplo, adoptando las personas nombre teutónicos puros o "germanizando" la ortografía, la rotulación viaria, etc., etc.) que recorrió la Alemania nazi no difiere, en sus raíces, de la que hoy se advierte en el País Vasco o Cataluña, donde incluso se ha multado a la gente por no etiquetar sus productos en catalán. Según el autor, el nuevo discurso basado, esencialmente, en la cantilena de los pueblos irredentos secularmente oprimidos ha sido aceptado por la sociedad vasca (y me temo que no solo por ella), para lo que ha resultado imprescindible la colaboración de los medios de comunicación afines al nacionalismo.

Tradicionalmente, "palabra de vasco" no ha significado otra cosa que "palabra de honor", algo que asegura lealtad y compromiso. Gracias a la intervención del triunfante discurso nacionalista, es de temer que signifique no tardando mucho algo bien distinto.