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Ensayo

Últimas conversaciones

Ludwig Wittgenstein / Oets Kolk Bouwsma

18 marzo, 2004 01:00

Ludwig Wittgenstein

Ed. M. á. Quintana. Sígueme. Salamanca, 2004. 192 págs, 14’42 euros

Hay dos estilos filosóficos igualmente necesarios: el que tiene en Sócrates su modelo insigne; o el que sigue la ruta de su discípulo Platón.éste último se caracteriza por la fecundidad de su obra escrita, mientras que el testimonio personal queda en segundo plano.

El primero, en cambio, o no deja escritura como testamento, o la deja únicamente de forma muy puntual. Tal es el caso de Wittgenstein (mientras que un caso opuesto, en la línea de Platón, sería el de Heidegger.) Coincido con Miguel ángel Quintana Paz, el introductor a esta excelente edición de las últimas conversaciones que Wittgenstein sostuvo con el profesor norteamericano Bowsma en que Heidegger y Wittgenstein son, sin discusión, las grandes figuras filosóficas que atraviesan el siglo XX; y que por el momento siguen insistiendo en su poderosa influencia en el XXI. Y sin embargo se trata de una extrañísima pareja, en la que su máxima oposición tiene lugar en esa peculiaridad -o talante- al que he hecho referencia. Wittgenstein es un Sócrates del siglo XX.

Se multiplican los recuerdos y testimonios que sobre su magnética figura se dan, y sobre los cuales se quiere a toda costa dar testimonio en forma escrita. Bowsma llega a compararlo con un verdadero profeta de la tradición veterotestamentaria. "¿Cómo son los profetas?" Se pregunta. Y prosigue con estas palabras su extraordinaria semblanza:

"Wittgenstein es lo más cercano a un profeta que yo haya visto jamás; un hombre semejante a una torre, que se alza prominente y sin vínculo alguno, sin apoyarse en nadie, sobre sus propios pies. No teme a ningún otro ser humano. ‘!Nada puede hacerme daño!’ Pero el resto de los hombres le temen a él. Y ¿Por qué? No se trata en absoluto de que les pueda golpear, o quitarles el dinero, o dejarles sin reputación. Lo que temen es su juicio. Y de ese modo le temía yo a Wittgenstein: me sentía responsable ante él. Siempre supe lo valioso que era un simple paseo o una charla junto a él, y sin embargo yo sentía miedo cada vez que sabía que iba a venir y que iba a estar conmigo... Respiré mucho más tranquilo cuando se fue a Noruega y, más tarde, cuando se trasladó hasta Cambridge".

Pocas veces he leído un testimonio más fidedigno de uno de los aspectos que se destacan en toda vida filosófica: ese natural que lo emparenta con el ethos de los profetas, y que lo distingue radicalmente de cualquier forma de actividad y de papel sacerdotal. La verdadera filosofía evoca siempre el carácter profético que de manera tan extraordinaria evoca en este texto el interlocutor de Wittgenstein, Bowsma, que se revelaría uno de los últimos que transcribieron testimonios sobre este personaje. Eso no significa que esa característica profética esté ausente de quienes siguen la ruta platónica de la escritura y de la práctica textual. Más bien debe decirse que entonces ese talante se transfiere a la expresión, a la argumentación discursiva escrita: al texto y a su contexto (tal es el caso de Heidegger.) También, en este sentido, debería distinguirse ese natural profético de aquél, sacerdotal, que en lugar de promover proyectos, propuestas, se limita a hacer de albacea testamentaria de una gestación profética inaugural.

Dudo que nadie haya escrito algo semejante a esa semblanza de Bowsma (sobre Wittgenstein) respecto a Heidegger, de quien, en cambio, puede ponderarse la extraordinaria grandeza de muchas de sus ideas expuestas en una ingenta producción textual. Casi todo lo que sabemos de Wittgenstein es póstumo; o bien procede de fuentes indirectas que, como en este volumen, nos permiten aproximarnos al personaje.

Este interesante volumen que la editorial Sígueme publica nos refuerza esta convicción. En él presenciamos a Wittgenstein en sus paseos filosóficos con un profesor al que conoció en sus últimos años, y con el que habló de todas las ocurrencias posibles y pensables que la fértil imaginación de este brujo de la filosofía podía llegar a pronunciar por medio de la palabra. Sígueme, una editorial de calidad que tiene una línea de gran rigor y coherencia, sobre todo en excelentes trabajos de teología y de filosofía, o a través de ambiciosas obras reeditadas con el mayor cuidado (como La idea de ciudad de Joseph Ryckwert, que tuve el honor de prologar), demuestra con este interesante escrito, en edición de J. L Craft y R. E. Hustwit, su sensibilidad con uno de los principales testigos del pensamiento filosófico del siglo XX.