Image: Adriano

Image: Adriano

Ensayo

Adriano

Anthony Birley

1 abril, 2004 02:00

Adriano

Traducción de José Luis Gil Aristu. Península. Barcelona, 2004. 479 páginas, 28’37 euros

La figura del emperador Adriano se puso repentinamente de moda en toda Europa gracias la publicación en 1951 de la novela de Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano (París, Plon), que tuvo la fortuna de ser traducida al castellano, en 1955, nada menos que por Julio Cortázar (Buenos Aires, Sudamericana, 1955).

La gran difusión de la obra en España se retrasó hasta los 80, tras su publicación en Edhasa, sobre la nueva edición de 1974 (París, Gallimard). Anthony Birley (pág. 26) sabe que la personalidad retratada se ha aceptado por muchos estudiosos como retrato auténtico del "verdadero Adriano", pero duda que se parezca al hombre que realmente fue.

La impronta de la novela ha sido enorme, no sólo en la generalidad del público culto, sino también en muchos historiadores de la Antigöedad. La necesidad de destacar sus rasgos como figura incomparable se muestra incluso en la introducción gratuita de un subtítulo en la edición española de la biografía de Birley que no sólo no responde al original, sino que choca con las pretensiones del autor. La sobriedad de éste, en sus formas y en el fondo, se contradicen con las intenciones de hacer de Adriano una figura basilar en la historia de Roma.

Adriano fue una figura compleja, como lo era el ambiente de los sectores senatoriales, que se debatían entre sus aspiraciones a la libertas y su necesidad de acogerse a la protección del emperador. Por ello, al autor le interesan especialmente sus relaciones con la aristocracia ecuestre y senatorial, cordiales o conflictivas según los casos, pero siempre significativas. Dentro de una escuela de tradición positivista relacionada con la Universidad de Oxford, Birley dedica buena parte de su estudio a la prosopografía, con lo que la biografía amplía su campo hasta abarcar una parte importante de la sociedad.

Un aspecto digno de destacar de la biografía del emperador fue el giro dado a la política exterior, en que la conquista fue sustituida por la consolidación de las fronteras. Adriano cobra así fama de pacifista, aunque sus acciones militares y sus pretensiones de cumplir con la función guerrera propia de su cargo se hallen constantemente presentes. El muro de Adriano, tan fuerte en la tradición de los estudios arqueológicos ingleses, se erige como símbolo, sobre la famosa frase de la Historia Augusta que dice que así separó a los romanos de los bárbaros. Simbólicamente, representa la etapa más definitiva en la configuración de la enti-
dades étnicas y de la conquista nacional de los romanos como imperio. En la misma línea destaca Birley el espíritu viajero del emperador. En el plano intelectual, el autor destaca las relaciones de Adriano con los representantes más conspicuos de las artes y de las letras. En el aspecto religioso, destaca el hecho de que se iniciara en los misterios de Eleusis, como hacían los ciudadanos atenienses. No olvida Birley las relaciones con áfrica y, concretamente, con Egipto, escenario de sus tormentosas relaciones con Alcínoo, uno de los aspectos en que más insiste la literatura novelesca.

Desde un punto de vista metodológico, la obra es impecable, recurre a todas las fuentes, literarias, monumentales, numismáticas, para llegar a todos los hechos y las personas posibles. En cierto modo, es una obra exhaustiva, de historia total en el sentido aditivo, aunque no tanto en el sentido profundo, derivado de las escuelas que, más que pretender alcanzar todas las cosas, buscan la percepción de todos los aspectos de la realidad. Sin embargo, también se muestran las limitaciones del positivismo, cuando incluso el uso de las conjeturas no sirve de acceso a interpretaciones más o menos aventuradas, sino sólo para referirse a acontecimientos concretos. Se trata, pues, de una biografía histórica que trasciende a la persona protagonista para ofrecer el panorama de una época, dentro de las limitaciones del positivismo, lo que permite pensar que la figura representada en la biografía de Yourcenar ofrece una riqueza que tal vez abra el acceso a aspectos más interesantes del espíritu humano sin alejarse radicalmente de la literatura histórica.