Image: Los curas de ETA. La iglesia vasca entre la cruz y la ikurriña

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Ensayo

Los curas de ETA. La iglesia vasca entre la cruz y la ikurriña

Jesús Bastante

8 abril, 2004 02:00

Jesús Bastante. Foto: José García

La Esfera de los Libros. Madrid, 2004. 409 páginas, 22 euros

Es el subtítulo, "La Iglesia vasca entre la cruz y la ikurriña", el que refleja más fielmente la sustancia del conjunto de asuntos que componen el notable análisis de Jesús Bastante (Madrid, 1976), periodista especializado en información sociorreligiosa.

El eje de la obra es el papel de la Iglesia en la sociedad vasca, incluyendo los antecedentes históricos, y, concretamente, en relación con aquel sector representado por la corriente nacionalista. El autor considera que la institución se debate, pues, entre el espíritu universalista del cristianismo y el particularismo de la doctrina que fundó Arana.

Una característica encomiable del trabajo es que el autor, aun manteniendo una postura crítica sin aspereza hacia el mayoritario compromiso nacionalista de la Iglesia vasca, respeta el espacio de las voces dispares, ejercicio de neutralidad profesional que permite al lector extraer una idea propia sin sentirse mediatizado. Los personajes y facciones más significados de la Iglesia vasca se retratan a sí mismos y, a la vez, expresan sus objeciones y censuras frente a las posiciones de los demás sin restricciones.

El mundo eclesiástico vasco, muy envejecido y prácticamente carente de relevo generacional, no refleja la pluralidad de la sociedad en la que está inserto. Jesús Bastante describe las causas de la abrumadora hegemonía del nacionalismo y su vinculación con el devenir político del País Vasco. El alineamiento ideológico del clero se manifiesta en su querencia hacia el Partido Nacionalista Vasco, lo que conduce a asumir que la visión nacionalista de las cosas es la "natural", la identificación de que lo nacionalista es lo verdaderamente "vasco" y la ambigöedad con la que se expresa en torno al terrorismo. Es cierto que, excepto en los sectores clericales radicales que consideran la violencia un "mal menor", la condena de ETA es explícita, pero los Setién y Pagola matizan que existen raíces profundas que explican un ciclo de violencia que la banda terrorista no empezó.

La condena al terrorismo no puede ser, pues, ni general ni tajante por parte de la jerarquía eclesiástica vasca, ya que supondría el socavamiento de las bases mismas del invento nacionalista de un pueblo oprimido, martirizado por la ocupación, al que se debe respetar el derecho a decidir su destino, negando así la pluralidad de la sociedad vasca al entender el concepto de pueblo en sentido absoluto. El corolario de esa creencia se revela en el trato que han recibido las víctimas del terrorismo por parte de la Iglesia vasca: nadie puede "usurpar" al nacionalismo el activo político y simbólico que constituye el discurso victimista. La pescadilla se muerde la cola.