Image: Una moral de lo minoritario: Genet

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Ensayo

Una moral de lo minoritario: Genet

Didier Eribon

22 abril, 2004 02:00

Jean Genet

Traducción de Jaime Zulaika. Anagrama. Barcelona, 2004. 333 páginas, 16 euros

Primero historiador del pensamiento, el francés Didier Eribon se ha decantado (sin pérdida de rigor) por lo que las universidades norteamericanas -pioneras en ello- llamaron estudios gay-lésbicos.

Eribon es autor de una obra fundamental en ese campo: Reflexiones sobre la cuestión gay (1999). Una moral de lo minoritario (Variaciones sobre un tema de Jean Genet) es en cierto modo una continuación (parcial, pues aquel era un campo muy ancho) de lo anterior. Si allí se partía del hecho de que era la injuria el punto de partida de la marginación gay, aquí se estudia el modo en que el insulto se convierte en orgullo. El texto base es la obra de Genet, quien demostró, en su literatura y en su vida, en qué modo la infamia -asumida- deviene orgullo. ¿Cómo? En el caso de Genet a través de un proceso de ensalzamiento poético del abyecto, que cantado con el tono y las metáforas del héroe se convierte en un santo de la parte opuesta.

Eribon usa a Genet para reivindicar esa rama de la homosexualidad que se conoce como queer. Eribon (siguiendo a Genet, pero sacándolo del ámbito de la literatura) defiende una homosexualidad rebelde, no sometida a los patrones heterosexistas, insumisa y revolucionaria: ¿cómo estar de acuerdo con una sociedad que te ha estigmatizado? Una moral de lo minoritario está lleno de ideas y sugerencias espléndidas, pero admite algunas puntualizaciones.

Es cierto que la rebeldía genetiana no ha perdido vigor literario ni humano, pero las sociedades occidentales han cambiado mucho respecto a la homosexualidad desde que Genet publicara Diario del ladrón en 1949, Julien Green El malhechor en 1955 o Marcel Jouhandeau De l’abjection (precedente de Genet) en 1939. Cierto que aún existen muchos problemas y marginaciones en el ámbito gay, pero el homosexual (en Occidente) no es ya el paria, perseguido y humillado que era en 1940. ¿Cómo insertar el discurso genetiano en una sociedad más permisiva? La parte dedicada a Foucault resulta la más especializada, casi académica, lo que ralentiza la lectura general, al cambiar el tono del libro. Los capítulos anti-Lacan gustarán a unos y a otros no. Queda claro que el camino más interesante hoy del psicoanálisis no es el que lo reduce a una ciencia -o paraciencia- y al servicio del poder, si no el que siguiendo el original impulso de Freud lo busca como un ámbito liberador y antirrepresivo. A Eribon se le puede reprochar que, salvo alusiones de pasada al mundo gay británico de fines del XIX, todo es francés. ¿Qué hará el lector español que desconozca a Jouhandeau, uno de los grandes y singulares gays del XX francés, inexplicablemente no traducido? Un problema nuestro -pero el galocentrismo es suyo. Con todo, un ensayo creativo y polémico. Como debe ser todo buen ensayo.