Ensayo

El precio de la lealtad

Ron Suskind

22 abril, 2004 02:00

Península, 2004. 384 págs., 19’5 euros.Miguel Benzo: Misión en Iraq. Temas de Hoy. 200 págs., 17 euros

Miguel Benzo en Misión en Iraq, y Paul O"Neill, por medio de su hagiógrafo Suskind, en El precio de la lealtad, describen el sacrificio del político y del funcionario en misiones delicadas de gobierno.

Benzo es un diplomático español prudente y posibilista que, a pesar de su oposición a la guerra de Iraq, por lealtad a sus superiores, se va seis meses -de mayo a noviembre de 2003- a Bagdad para coordinar, como embajador en misión especial, la participación de España en las tareas de reconstrucción. O’Neill es un economista republicano que, tras ocupar altos cargos en las Administraciones de Nixon y Ford, acepta la secretaría del Tesoro tras la apurada victoria de Bush hijo y, tras ser destituido, cuenta lo que vio y oyó con una sinceridad que raya la violación de secretos oficiales.

Benzo resume su experiencia en un homenaje preliminar a los amigos caídos, empezando por Manuel Martín-Oar, su compañero del alma, once relatos breves y unas conclusiones que debería leer, si aún no lo ha hecho, el nuevo presidente del Gobierno antes de decidir nada sobre Iraq. Cada relato es una ventana a la trágica realidad iraquí: la ilegalidad de la intervención, la ratonera donde nos metieron, la falta de un plan de posguerra, la pasmosa ignorancia estadounidense sobre el lugar y sus gentes, los riesgos más graves y los escenarios más probables. Benzo no apoyó la guerra, pero considera otro crimen "abandonar (Iraq) a su suerte sin ofrecerle un mañana mejor".

Con 19.000 documentos del bienio de O"Neill en el Tesoro, muchas horas de conversación con él y entrevistas con docenas de otros miembros de la Administración, Suskind hace una radiografía de los métodos y prácticas de la Administración Bush. El precio de la deslealtad hubiera reflejado mejor el contenido, pues no deja títere con cabeza: Bush es un ignorante en manos de una panda de ideólogos dirigidos por el vicepresidente Cheney y el jefe del Pentágono, Rumsfeld, que apostó por la ocupación de Iraq desde su primer día en el Pentágono. Todo está en un memorándum recogido en el libro (pág. 96) y en el primer Consejo de Seguridad Nacional del nuevo Gobierno (pág. 154). El 11-S fue la gran oportunidad de poner en práctica los planes. Afganistán retrasó la guerra año y medio, pero todo estaba decidido antes.