Image: El desquite. Los años de Aznar (1996-2000)

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Ensayo

El desquite. Los años de Aznar (1996-2000)

Pedro J. Ramírez

6 mayo, 2004 02:00

Pedro J. Ramírez. Foto: Begoña Rivas

La esfera de los Libros. Madrid, 2004. 654 páginas, 26 euros

A veces parece que se está leyendo una novela negra. La protagoniza un periodista sin miedo, que no pretende ser un santo ("yo no había sido ningún pazguato y treinta años de vida adulta dan bastante de sí"), pero que, en contra de la opinión de una persona muy allegada ("estoy harta de tu GAL, tus políticos y tus mierdas"), está dispuesto a todo para esclarecer ciertas tramas criminales en las que están implicados altos personajes.

Como era de esperar, pronto se ve envuelto en problemas. Sus enemigos le tienden una trampa a través de una mujer fatal, quien en este caso lleva un nombre con tan poco glamour que ningún novelista lo habría escogido: Exuperancia. Un villano escondido en un armario graba en un video sus poco ortodoxos juegos sexuales para desacreditarle ante la opinión pública. Pero sus enemigos no han contado con el temple del protagonista, quien lejos de intentar negarlo todo, contraataca y logra demostrar que el video ha sido grabado por sórdidos personajes vinculados a la trama criminal que él ha contribuido a desvelar. Happy end.

El relato de estos hechos, que ocupa bastantes páginas del libro, resulta bueno desde el punto de vista novelístico. A pesar de que el lector conoce las líneas generales de la trama, se deja ganar por la intriga, por el progresivo avance de la investigación que va revelando datos y más datos, y por el deseo de saber si había pruebas reales contra algún personaje que al final no fue condenado. No se trata, sin embargo, de una novela. Estamos ante hechos reales ocurridos en nuestro país y eso hace que la lectura pueda resultar deprimente para quienes preferirían olvidar las páginas más oscuras de nuestro pasado reciente. Pero el famoso vídeo, al margen de los comentarios jocosos que suscitó, no representa un episodio irrelevante que merezca ser olvidado. El hecho de que personas que habían estado vinculadas anteriormente a la administración del Estado participaran en un intento de desacreditar al director de un periódico, mediante la revelación de su intimidad sexual, con el fin de obstaculizar el esclarecimiento de pasados crímenes (perpetrados en nombre de la defensa de la sociedad contra el terrorismo) fue realmente grave.

Desde el punto de vista histórico y político, el mayor interés del libro puede que se encuentre en los numerosos encuentros privados que en aquellos años su autor tuvo con Aznar, de los que se desprende un interesante retrato del entonces presidente. Pedro J. Ramírez, obsesiona- do con la amenaza que representaban dos entes a los que denomina "felipismo" y "polanquismo" (al segundo llega a compararlo con la Inquisición), parece reprochar a Aznar no haberse enfrentado más duramente con ellos. Otros opinamos que, en asuntos como la desclasificación de los documentos del cesid referentes al gal, Aznar actuó con buen sentido, evitando la imagen de que existía una persecución contra el anterior gobierno. Visto en perspectiva, el tenebroso asunto del gal, que supuso una injustificable pero no incomprensible respuesta de unas autoridades enfrentadas a una formidable ola de atentados terroristas, tuvo una conclusión que, con todos sus defectos, demostró la madurez democrática de España. Como ha escrito el periodista irlandés Paddy Woodworth, autor de un excelente libro sobre el tema (Guerra sucia, manos limpias), el aspecto más notable del asunto gal es probablemente el hecho de que el sistema judicial, los medios de comunicación y la propia sociedad civil fueran capaces de investigar el lado oscuro del Estado, algo que quizá no hubiera sido posible en otras naciones europeas de mayor tradición democrática.

Por lo demás, el retrato que ofrece de Aznar es matizado. Las principales virtudes que le atribuye son la honestidad personal, la firmeza en los principios y la constancia en los objetivos. Pero no oculta que, en algunos de sus comentarios privados, el presidente manifestaba una tendencia a ver los problemas desde una perspectiva un tanto simplificadora. Resulta por ejemplo preocupante que, hablando de la inmigración, considerada por él como el problema más grave para España, junto con el terrorismo, Aznar evocara que "a los moros los derrotamos y a los judíos los expulsamos". Nadie puede dudar de que es necesario frenar la inmigración irregular, porque España no puede permitirse acoger en su suelo a todos aquellos que, por motivos fundamentalmente económicos, desean abandonar sus países de origen. Pero no conviene tampoco olvidar que la inmigración tiene también aspectos positivos y que la era de las naciones étnicamente homogéneas ha pasado a la historia.

En conjunto, estamos ante un testimonio importante acerca de nuestra historia más reciente. No se trata de que este libro ofrezca toda la verdad respecto a los complejos temas que aborda, pero la parte de la verdad que desvela merece ser conocida.