Image: El español hablado en Andalucía

Image: El español hablado en Andalucía

Ensayo

El español hablado en Andalucía

Antonio Narbona, Rafael Cano, Ramón Morillo

22 julio, 2004 02:00

Hugo Schuchard despertó el interés por el español de Andalucía

Fundación J. M. Lara. Sevilla, 2003. 307 páginas, 15’38 euros

Los andaluces conforman un variopinto escaparate de la lengua española. Variopinto y contradictorio: "Si fácil es reconocerlos por su habla, difícil, muy difícil, resulta llegar a conocer cómo hablan", he aquí la paradoja con la que se abre este libro sobre las modalidades del español hablado en Andalucía.

El interés académico por lo particular andaluz viene de atrás. Lo inauguró un trabajo del austriaco Hugo Schuchardt, publicado en 1881, sobre el folclore flamenco. Desde entonces, esta rama ha tenido tiempo de adquirir entidad y logros notables, con un hito que marcan los 6 volúmenes del Atlas lingöístico y etnográfico de Andalucía (1960-1973) de Manuel Alvar. Aunque los intereses de Antonio Narbona, Rafael Cano y Ramón Morillo dentro de la lingöística hispánica se ensanchan más allá del marco andaluz, han hecho importantes contribuciones al tema. Este libro, con edición muy remozada de un trabajo publicado hace cinco años, es una buena muestra de ello.

Uno puede preguntarse si se puede decir algo más sobre el español hablado en Andalucía y, efectivamente, enfocado el tema tal y como se hace en este libro pueden presentarse y debatirse cuestiones palpitantes. No todo consiste en preguntarse por los orígenes y situación de las modalidades del español en Andalucía, sino que la atención recae ahora también en otras cuestiones: quiénes son los hablantes de "andaluz", sus actitudes, complejos o estimación ante la lengua, la imagen de la variedad andaluza y la opinión que de ella se tiene dentro y fuera de su comunidad hablante. Son problemas que vienen de atrás pero que siguen teniendo vigencia.

Los autores hacen un completo repaso del andalucismo lingöístico en la pronunciación, la entonación, la gramática o el vocabulario y se incluye un retrato histórico de los orígenes y avatares del español andaluz, es decir, se pasa revista a los asuntos clásicos pero también -lo que da un valor especial al libro- hay muy atinados comentarios sobre la relación entre lengua y sociedad en Andalucía: los falsos tópicos sobre lo gracioso y vivaz que resulta el hablar "andaluz", el pretendido complejo de inferioridad verbal, de hablar mal, de una parte de los andaluces o, en el polo opuesto, la necesidad que muestran algunos de autodefinirse frente al español normativo como hablantes de una lengua particular: la lengua andaluza. Este problema, el de la "autodefinición lingöística", no es algo menor (existe con virulencia en ocasiones, sin salir de España, entre quienes se definen como hablantes de catalán y quienes lo hacen como hablantes de valenciano) y el mero hecho de plantearlo indica su latencia en Andalucía; ocasionalmente surge en casos teóricos, por llamarlos así: ¿con qué entonación debe hablar un locutor de la tv. andaluza? Otras veces, se llega al disparate, como hizo la Hunta d’ehkritoreh en andalú que patrocinó -zí zeñó, con esa denominación- el Ayuntamiento de Mijas (Málaga) o Miha en la convocatoria de la Hunta, hace poco más de un año y cuyo promotor era don Huan Porrah Blanko profesor, por lo visto, de la Universidad del País Vasco. Como en Mijas hay más hablantes de inglés que de cualesquiera otras lenguas, la convocatoria no atrajo a las masas.

Respecto a todo ello, el capítulo que cierra el libro, "Nivelación, no normalización", debería ser de obligada lectura y reflexión, en particular, para quienes tengan responsabilidades institucionales en la Comunidad andaluza en áreas tan sensibles como la educación, la cultura o los medios de comunicación. La demagogia populista está reñida con lo razonable. Este libro lo demuestra.