Image: El placer de comer

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Ensayo

El placer de comer

Abraham García

9 septiembre, 2004 02:00

Abraham García. Foto: Alberto Cuéllar

Síntesis. Madrid, 2004. 206 págs, 21 euros

Patrice Wells escribió en el "Herald Tribune" que "comer en Viridiana es como subirse a una montaña rusa y no poder parar". La cocina de Abraham García, internacionalmente famosa tras 40 años de trabajo, es tan excitante como su prosa. Cierra este libro un brindis del autor, que levanta su copa para "beber hondamente". Quien haya pasado por Viridiana sabe que nuestro mago de las sartenes bebe, cocina y escribe hondamente porque vive así.

No suscribo lo de "no poder parar". Lo que no se puede es seguir. Los menús de degustación de García, como sus textos, son insoportables, demasiado exquisitos. No está claro si es mejor parar o seguir y morir en el trance. De gusto. Estas prosas, como su veteranísima y genial carta variable, no se han escrito de una sentada. No se puede escribir un libro como este de golpe. Es de una belleza insultante.

El placer de comer combina el relato de ficción, la crónica viajera, los recuerdos y abundantes recetas de cocina intercaladas como por sorpresa. La sabiduría de un cabrero toledano, el anecdotario delicioso de un viajero por México o Marruecos, la mirada tierna y la mano dura de un chamarilerose juntan para hacer posible este banquete. La crónica de un viaje en el ave ("A todo tren") merece un lugar de honor en la literatura clásica viajera española. Nadie combina como García la elegancia y la concentración en los relatos. El humor es una de las mayores bazas de nuestro autor, un humor valiente y omnipresente, que destilado arremete contra los "deconstructores, sifoneros" de esa cocina "sin salsa", o selecciona en la memoria escenas de mucho encanto, como la del cocinero malayo que corta de un tajo, ante un público acongojado, una langosta en dos "para que sufra la mitad". "Pasión por el vino" me parece el capítulo más divertido. García cría de lo que come y cocina, y por eso de su despensa y de sus libros entendemos que se nutra un Savater. A la mesa de un "sifonero" llegan otro tipo de escritores. No hay que perderse este legado de quien de niño robó el trofeo de las águilas, de este poeta capaz de dibujar con el hacha en los arces "sexos horizontales" donde saciar la asfixia.