Image: El Príncipe y la Infanta. Una boda real frustrada

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Ensayo

El Príncipe y la Infanta. Una boda real frustrada

Glyn Redworth

9 septiembre, 2004 02:00

Retrato de Carlos I, por Van Dyck

Traducción de óscar Recio. Taurus. Madrid, 2004. 320 páginas, 22 euros

Las bodas reales, en el Antiguo Régimen, eran uno de los principales instrumentos de la diplomacia. Príncipes y princesas se intercambiaban como prenda de amistad, siendo la más firme garantía de la alianza o la buena relación entre dos reinos.

Por dicha razón, en la Monarquía española de los Austrias las bodas de personas reales se realizaron casi siempre con príncipes del Imperio (Habsburgo) o de Francia. En el primer caso se trataba de confirmar y reforzar la habitual alianza con los parientes de Viena, mientras que en el segundo el objetivo era cerrar alguno de los frecuentes periodos de enfrentamiento hispanofrancés.

Un matrimonio hispano inglés era bastante más raro, aunque existían precedentes como el de la infanta Catalina de Aragón con Enrique VIII o el de Felipe II con la reina María Tudor, hija de aquellos. En ambas ocasiones, sin embargo, el matrimonio había sido entre príncipes católicos, cosa que no ocurría en las primeras décadas del siglo XVII, cuando tuvieron lugar las intensas y dilatadas negociaciones para el enlace entre el príncipe Carlos, heredero del trono inglés (futuro Carlos I) y la infanta María, hermana de Felipe IV. Dada la importancia del matrimonio entre príncipes, era habitual que se presentaran diversas candidaturas y, consecuentemente, también el que la negociación de las mismas se convirtiera en el elemento clave en la actividad diplomática, pero seguramente el posible matrimonio entre Carlos y María no hubiera pasado de ser una más de las múltiples opciones frustradas a lo largo de la historia si no hubiera sido por el elemento excepcional, de fácil explotación romántica, que supuso el viaje del novio a la corte española (1523) acompañado del favorito de Jacobo I, duque de Buckingham, y otros importantes personajes. La coyuntura internacional del momento, coincidente con el inicio de la guerra de los Treinta Años, el enfrentamiento religioso subyacente, así como la peripecia posterior de Carlos I, que subiría al cadalso en su país en 1649, completarían el atractivo de aquella boda frustrada.

Redworth ha realizado una exhaustiva y meticulosa investigación, basado en la bibliografía y las fuentes sobre aquel proyecto matrimonial que se conservan en numerosos archivos ingleses, españoles y europeos. Ello le ha permitido, con un estilo ameno y cercano al gran público, analizar el proyecto desde sus orígenes hasta su fracaso final, estando atento en todo momento a sus numerosas implicaciones políticas y religiosas. De acuerdo con sus planteamientos por parte española el proyecto fue obra en buena medida del conde de Gondomar, embajador de Felipe IV en la corte de Jacobo I, hábil diplomático y personaje de gran inteligencia y cultura. El rey inglés Jacobo I vio en dicho matrimonio -y en la crecida dote que le acarrearía- la solución a sus problemas financieros sin recurrir al Parlamento, con el que tuvo serias dificultades en las ocasiones en que lo convocó. Al mismo tiempo, la alianza con el más importante de los monarcas católicos le reforzaría frente a los puritanos y le permitiría llevar adelante sus proyectos internacionales de paz entre católicos y protestantes. Desde que en 1618 su yerno Federico del Palatinado aceptó de los rebeldes contra el emperador la corona de Bohemia -que luego perdería junto a sus estados patrimoniales tras la derrota frente al bando católico- Jacobo I tenía, en la defensa del derrotado elector, un motivo más para desear el matrimonio español.

Por parte de España -y de Roma- las exigencias para la aceptación del matrimonio eran grandes. Muchos llegaron a pensar en la posibilidad de que el rey, y sobre todo el príncipe, se convirtieran al catolicismo, más aún cuando éste se presentó inesperadamente en Madrid. En cualquier caso, había de derogarse la legislación contra los católicos y permitir ampliamente el culto de éstos en Inglaterra, Escocia e Irlanda. Redworth analiza el día a día de los acontecimientos, que permiten ver las distintas posturas hacia el proyecto, en cuyo fracaso jugó un papel esencial el conde duque de Olivares, que nunca fue partidario del mismo.